Mi hija Daniela, siempre atenta a mis gustos bibliográficos, acaba de traerme de Buenos Aires un libro editado en marzo de este año por los periodistas y escritores argentinos Martín Caparrós y Diego Fonseca.
Perdimos es su título. ‘¿Quién gana la Copa América de la Corrupción?’ es el subtítulo. La idea del libro surgió “en una tarde gris y bogotana”. Luego le pidieron “a una veintena de cronistas latinoamericanos que contaran, cada uno, el caso de corrupción que les pareciera más interesante/representativo/innovador/exitoso/fallido de sus países: en síntesis, el que más digno les pareciera de representarlos en esta competencia”. Con los votos que lleguen a la página perdimos.com, antes del 30 de septiembre, se definirá el país ganador de la copa (incluido España).
Por Colombia, además de Omar Rincón que escribe el epílogo, participa el barranquillero Alberto Salcedo Ramos. ‘Corrupción se escribe con sangre’, titula su magnífico texto. Y no duda en reclamar para nuestro país el campeonato: “Déjenme decirlo con claridad: Colombia merece la Copa América de la Corrupción porque es el país más corrupto del continente. Mientras en otros lugares la corrupción se presenta, básicamente, en la política y en la administración pública, aquí es un cáncer que ya hizo metástasis e invadió todos los ámbitos de la vida nacional”. Alberto cierra su crónica con esta glosa letal: “Lo que nos hace únicos, es decir, mejores, es decir, peores, es decir, justos campeones de la Copa América de la Corrupción, es eso, precisamente: en Colombia la corrupción se escribe con sangre”.
Por supuesto, todo el libro es un plato maravilloso. No tiene crónica mala.
Por ejemplo, lo que escribe el peruano David Hidalgo es para enmarcar: “En el Perú de 2018, tres años antes del bicentenario de su independencia, el tufo de la corrupción es síntoma de gangrena. Pocos países en el mundo han alcanzado el récord de cinco presidentes consecutivos presos o bajo la lupa de la Fiscalía al mismo tiempo. Los cargos darían para formar un anexo especial del Código Penal: desde secuestro agravado de periodistas y matanzas de personas mediante un escuadrón de la muerte hasta la recepción de presuntos sobornos para favorecer con obras públicas a una corporación internacional”.
‘La revolución bolivariana de Odebrecht’. Así denomina Fonseca su introducción. Según él: “Odebrecht, una constructora de caminos, presas y hospitales, unió a los latinoamericanos como jamás pudo ningún jefazo socialista ni soñó el más utópico barbudo en las montañas. Solo Silvio Rodríguez, hace mucho, y Soda Stereo, no hace tanto, pudieron lo que una empresa de ingeniería brasileña ahora…”.
¿Por qué Odebrecht fue posible? Porque tenía, dice Fonseca, la meridiana certeza de que había muchos oídos abiertos a su propuesta y suficiente impunidad para que nadie saliera tocado.
@HoracioBrieva
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