
¿Cómo se originó la expresión ‘nanay cucas’? Mi mamá la usaba mucho, y yo sigo en esa línea. Inés Choperena López, B/quilla
La locución surgió espontáneamente como expresión del habla popular. De la aglomeración de las palabras ‘nada’, ‘no’ y ‘hay’ deriva ‘nanay’, que equivale a un no rotundo, a una negación absoluta. Por lo general, lo que se niega es algo que se considera inconveniente o peligroso. Ejemplo: “Carlos me pidió prestado mi carro nuevo. Le dije: ‘¡Nanay cucas!’ ”. Ahora bien, algunos dicen que ‘cucas’ se refiere a unas populares galletas, oscuras y redondas, muy dulces porque llevan panela; pero otros dicen que, simplemente, es un eufemismo para referirse a los genitales femeninos. Según el Bogotálogo y el Diccionario de americanismos, es colombianismo de uso mayoritario en el centro del país.
Vivo en Colombia desde 2010 y aún no entiendo la diferencia de sentido y de uso de las palabras ‘fin’ y ‘final’. Henry Muller, B/quilla
A grandes razones, las dos palabras son sinónimas, pero no significan esencialmente lo mismo. Hay ambigüedades, no tan sutiles, que las diferencian. Así, ‘fin’ es siempre sustantivo, pero ‘final’ puede ser adjetivo o sustantivo. Es adjetivo cuando digo ‘el partido final’, pero es sustantivo cuando digo ‘el final del partido’; además, siempre que la palabra se use sola es también sustantivo. En español, ‘final’ está formada por ‘fin’ y por el sufijo -al. Este último es muy importante, pues es el que forma los adjetivos o los sustantivos. Cuando forma adjetivos significa ‘relación con, relativo a’; por ejemplo, ‘invernal’: ‘relación con el invierno’; ‘final’: ‘relativo al fin’. Cuando forma sustantivos expresa ‘abundancia de'; por ejemplo, ‘algodonal’: ‘muchas plantas de algodón’. Pese a todo lo anterior, ‘fin’ y ‘final’ son sinónimos en cuanto tienen múltiples significados coincidentes: ‘extremo, muerte, término, conclusión, último, remate…’.
¿Es cierto que a García Márquez no le gustaban los cachacos? Ramón José Pereira, B/quilla
No es cierto. De todas maneras, a los mediocres círculos literarios del interior de nuestro país, en especial a los de Bogotá, que se consideraban el grado más alto de la literatura colombiana, no les resultaba grato que un provinciano costeño, sin gota de ‘sangre azul’, hijo de un telegrafista, triunfara en las letras. Era lógico el rechazo en una ciudad que ostentaba el estrambótico, cursi e infundado apelativo de ‘Atenas suramericana’. Además, no podía ser aceptado quien en 1960 había escrito el osado artículo “La literatura colombiana, un fraude a la nación”, en el que denostaba de nuestras letras, y, veladamente, presagiaba su gran irrupción como el adalid de nuestra literatura. En una entrevista aparecida en Cromos, el 12 de abril de 1983, García Márquez dice: “Esos que se sienten muy universales son de un provincianismo asqueroso… Ese pleito falso entre costeños y cachacos se debe acabar, porque el problema no es de regiones, sino de mentalidad…”.
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