Las universidades cuando forman a los profesionales tienen una materia transversal que se llama “Ética”. En periodismo esa materia transmuta a otra que se llama “Ética Periodística” que no es otra cosa que anteponer los principios morales antes de publicar una información. Aunque cada academia tiene su material educativo, no existe un método único o universal ya que el ejercicio de escribir un texto o tomar una imagen es necesariamente un proceso creativo y al ser creado por una persona sintiente y pensante, pierde objetividad y se contamina de apreciaciones e interpretaciones completamente subjetivas.
He aquí el gran dilema del periodismo, los que escriben las noticias son seres humanos que tienen miedos, pasiones, inseguridades y sobretodo, una naturaleza imperiosa de ser famosos. En mi opinión, un periodista no debería firmar una noticia. Y con esto no pretendo desacreditar el arduo trabajo de los colegas, sino dignificar la profesión. Una noticia publicada debe ser producto del ejercicio de un equipo de trabajo. En la medida que diferentes ópticas aporten a la construcción del mensaje, estaremos acercándonos a una versión más objetiva. El tener “más likes” o “comments” no puede ser una excusa para saltarse las reglas éticas. Una de las cuales reza que ninguna noticia debería ser publicada si no se tienen 3 fuentes acreditadas que concuerden.
Por otro lado, como lectores, si decidimos creer, deberíamos hacerlo al medio que lo publica, porque en la medida en que ese medio sea estructurado, tendremos al menos algo de confianza en que se cumplió un rigor periodístico antes de que la noticia sea difundida.
Ahora, si un periodista quiere ser famoso por lo que dice, debería trazar una raya bien notoria para el lector entre lo que es una noticia o una opinión personal. En la era del Twitter los periodistas se han visto volcados a desafiar el algoritmo buscando viralidad entre las audiencias y como dice la gran filósofa española de la ética moderna Adela Cortina: “Vivimos en una era en donde la ética, es cosmética”. No les importa que la noticia sea, sino que parezca.
En las redes sociales vemos a periodistas que se saltan el rigor, le dan credibilidad a cualquier idiota con iniciativa y amplifican el mensaje potenciado en los miles y millones de seguidores que convierten una mentira a medias en una verdad completa.
Vivimos en una generación de información tóxica en donde la responsabilidad de creer o no creer en lo que leemos o vemos debe ser nuestra. Tengamos nuestro propio rigor ético antes de comentar o compartir. Y esta es una lección que no solo los periodistas debemos aprender, también influencers, políticos y hasta presidentes.
@eortegadelrio