Hablar de política y religión genera controversia. Sin embargo, política y religión en episodios históricos han estado juntos.
La religión ha sido tildada como responsable del oscurantismo de la humanidad; las cruzadas e inquisición son muestra monumental de exceso religioso, el terrorismo yihadista, expresión del islamismo fundamentalista, mata para alcanzar la plenitud de la eternidad y es causante de todas las guerras.
En 2012 los cristianos eran el mayor grupo religioso del mundo, con el 31% de la población, para un total de 2.200 millones de personas. Colombia en 2015 tenía una población de 42.954.279 habitantes, de los cuales el 98%, equivalente a 42.095.214 personas eran cristianas.
Es decir, que el pueblo cristiano es mayoría en el mundo como en Colombia. Entonces, no hay duda que en momentos actuales el cristianismo colombiano se constituye en un “nuevo” poder político, que necesariamente debe consultársele o tenérsele en cuenta, para cualquier proceso democrático con vocación de éxito.
No es de poca monta que, siendo Colombia un Estado laico, agnóstico y pluralista, el pueblo cristiano sea mayoría, especialmente si entendemos que democracia es el gobierno de las mayorías, con protección de las minorías y la posibilidad de ejercer la oposición política.
Considero que el tema del “nuevo” poder político cristiano debe abordarse desde dos puntos de vista:
1.- Derechos reconocidos a las minorías. El pueblo cristiano debe reconocer sus propios derechos a sus congéneres pertenecientes a sectores minoritarios: mujeres, indígenas, gitanos, negros y población LGTBI, sin discriminación ni distinción alguna. Bajo la premisa cristiana del perdón y de: “no mirar la paja en el ojo del hermano sin antes ver la viga que hay en el propio”.
2.- Religiosidad legalista que mata, enceguece, corrompe y embrutece. La interpretación de la biblia en todo caso debe ser incluyente, progresista, constructiva, fraterna y ética.
Tal como lo ordena el manual de vida al pueblo cristiano: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y ser hollada por los hombres”.
El “nuevo” poder político cristiano en Colombia no debe soslayarse, especialmente en ejercicios de democracia directa (plebiscitos y referendos); como fuerza política mayoritaria demanda capacitación en lo público, para no ser utilizada. Los principios cristianos no son nocivos para el poder, la religiosidad necia destruye. El cristianismo responsable es luz para la política, el fanatismo religioso corrompe y embrutece. Bienvenido el “nuevo” poder cristiano.








