En los años 30 había en Barranquilla un entusiasmo por el boxeo y se montaban combates en diferentes sitios de la ciudad, siendo preferidos los salones de cine y los estadios de la ciudad.
En esos intercambios había un púgil samario que le ganaba a todo el mundo, se le traían adversarios de Venezuela y de Panamá y a unos y a otros los derrotaba fácilmente.
Pero llego un momento en que estaba un chico que tenía favorecimiento por el público y los propios aficionados los enfrentaron un buen día.
La pelea se dio en el estadio más nuevo de Barranquilla. El uno era samario y el otro era un joven que había venido en un circo a Barranquilla. Las apuestas estaban 10 a 5 a favor del samario. Y comenzó la pelea en el teatro nuevecito que se inauguró en el día anterior y se había bautizado con el nombre de un famoso boxeador. Los samarios llegaron a Barranquilla no solo para presenciar el combate sino para apostarle al boxeador samario que había ganado todas sus peleas.
El pelito comenzó con mucho alarde por parte del samario y terminó el mismo primer round por nocaut de parte del boxeador que llego en un circo y boxeaba en Bogotá.
Este chico, que era hijo del dueño del circo, le asestó al boxeador samario un fuerte derechazo al estómago dejándolo tendido en la lona.
El réferi contó hasta 10 declarando nocaut con el tendido en la lona.
Los samarios, que mule habían apostado a su paisano y tuvieron que pedirle a los samarios ricos que estaban en el circo, el valor del regreso a Santa Marta pues se habían quedado limpios de bola. Ese golpe con el que noquearon al samario los americanos lo llaman punch drunk y fue el mismo golpe con el que noqueron a ‘La Pantera’.
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