No hay disculpa posible y es tan grave este desangre de quienes en medio de tantas limitaciones interpretan las necesidades de sus sectores, que ya tenemos encima los ojos de organismos internacionales. Pero no, el gobierno no solo no reconoce esto como una tragedia nacional, sino que coherente con esa posición no actúa en consecuencia.
Las posibles explicaciones de este horror, porque así debe reconocerse el asesinato permanente de mujeres y hombres con liderazgo en sus regiones, pueden ser escalofriantes. ¿Se trataría de eliminar la posibilidad de una renovación en los liderazgos que podrían acabar con la hegemonía de grupos como los actuales, en donde prolifera la prepotencia, la ignorancia sobre la realidad del país y en muchos casos, el abuso del poder hasta llegar a la corrupción? O será que se trata de acallar lo que no se ha logrado por siglos: la lucha por la tierra, esa concentración vergonzosa de la propiedad rural, esos latifundios ineficientes y que han apoyado en muchos casos el paramilitarismo.
Independientemente de las razones, a cuál más de inaceptable, está el tema de destruir vidas humanas precisamente por el hecho de querer cambiar realidades que hacen de Colombia uno de los países más desiguales del mundo. Cuando volverá a tener Colombia ese ejército de individuos que en medio de limitaciones personales le han dedicado su vida a defender los derechos de los demás. En una sociedad tan desigual y con tanta insensibilidad de quienes pertenecen a sectores poderosos, esa pérdida es aún más irreparable. Pero además el mensaje que se les está enviando a las nuevas generaciones es demoledor. El que saque la cabeza se expone a que se la corten. En las regiones, quienes se oponen a estos regímenes que predominan son asesinados ante la indiferencia de una sociedad, de un gobierno, de unos supuestos líderes nacionales.
Por todo ello y mucho más, los que tenemos algún grado de voz debemos hacerle saber al gobierno que es inadmisible su desprecio por esta masacre de líderes sociales, y que además tampoco es aceptable la eliminación de quienes dejaron las armas para integrarse a la sociedad civil. Así el COVID-19 se manejara perfectamente, lo que está por verse, ignorar estos asesinatos se los cobrará la historia a todos aquellos que tenían en sus manos la obligación de actuar y frenar estos crímenes. De no hacerlo, el mundo entrará a actuar y será además una vergüenza nacional que demostraría algo que no puede ser verdad: un país insensible porque no presiona a quienes tienen el poder de frenar este horrible capítulo de la historia del país. Un mensaje claro y contundente al gobierno que muchos están haciendo en este momento. Defendamos la paz, no cesa en su clamor de parar estos crímenes. Presidente actúe, ya.
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