Plagio viene de plaga, una realidad más que semántica que no debe obviarse frente a casos como el de la presidenta de la Cámara de Representantes, Jennifer Arias Falla, quien es un perfecto ejemplo de todo lo que denota justo lo contrario a la excelencia. «La universidad no debía haber mancillado así mi nombre, eso no está bien», dijo la representante en la plenaria de la Cámara para defenderse de la legítima acusación de plagio levantada en su contra por la Universidad Externado, donde se graduó en mayo de 2016 como magíster en Gobierno y Políticas Públicas, un título que hoy, más que quedarle grande, le es evidentemente ajeno.
Intentar demostrar la inocencia a punta de gritos, y de una actitud tan desafiante como cínica, quizás no es la mejor forma de probar su buen nombre y la legalidad de sus actos. Denigrar del alma mater donde uno se ha formado es, de por sí, un hecho que habla de la cuestionable calidad humana y profesional de quien ostenta una posición relevante en la rama legislativa del Estado, cargo que seguramente miles de colombianos(as) podrían llegar a ocupar con mayor gallardía y honestidad que ella.
«El plagio es un delito despreciable, porque equivale a la apropiación del trabajo ajeno por parte de quienes no tienen capacidad para crear por sí mismos», dice Ricardo Soca en El origen de las palabras, donde explica la etimología de los términos ‘plaga’ y ‘plagio’, tan aplicables a la congresista en cuestión como a sus vulgares argumentos que hablan de injusticia, de falta de ética y de ausencia de legalidad dentro del debate político y público que ha desatado su reprochable accionar, el cual plantea su renuncia o destitución como presidenta de la corporación.
A Jennifer Kristin le digo: No se trata de una persecución política, sino de una infracción al derecho de autor, lo cual es un irrefutable delito. Lo que sigue es apenas lógico. De acuerdo con las evidencias revisadas por un experto en propiedad intelectual, la Universidad Externado de Colombia está en lo correcto al solicitar al Consejo de Estado que anule los títulos conferidos a la congresista y a Leidy Largo Alvarado, quien fue su compañera de tesis (o de plagio) y es, además, coordinadora de la Oficina de Control Interno de la Presidencia de la Cámara de Representantes.
La penosa historia aquí plasmada debe servir para modificar en nuestra estructura sociocultural esa idea desacertada y peligrosa que invita a apropiarse del trabajo, el esfuerzo y la creatividad de otros para “avanzar” más rápido. Si hay algo que no es justo en todo este contexto es obtener logros, reconocimientos y todo tipo de remuneraciones sin darle crédito a quien le corresponde.
El plagio es una horrible plaga que se esparce por todas partes, otorgando beneficios a quienes menos los merecen. La academia debe ser ese entorno en que se fortalezca lo honesto y lo digno, más que como valores insulsos, como requisitos inamovibles para ejercer en la esfera profesional. Cada vez que un estudiante a mi cargo comete plagio, mi respuesta no es otra que 0,0. Porque, mientras su trabajo no sea fruto de su intelecto, ¿qué sentido tiene?
@cataredacta