De «una soldado» a «una soldada» no hay mucho trecho. ¿O sí? Aunque la Nueva gramática de la lengua española recomienda que el sustantivo “soldado” permanezca invariable con independencia de que haga referencia a un hombre (el soldado) o a una mujer (la soldado), existe y seguirá existiendo la exigencia de que el español sea un idioma que llame a cada cosa por su nombre, o bien, que reconozca a cada quien según su identidad. Esta semana, una nueva página sobre el lenguaje inclusivo se escribió en Colombia, luego de que Francia Márquez, fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro, hablara sobre «mayores y mayoras», desatando un debate generalizado que debería trascender el discurso político.
Aunque, al parecer, muy pocos habían oído o empleado siquiera una vez en su vida el término ‘mayora’, para sorpresa de muchos hay que decir que este se encuentra en el Diccionario de la lengua española. Sin embargo, la única acepción con la que aparece en el libro sagrado de nuestro idioma puede ser más que desalentadora: «Mujer del mayor». Y, para sumarle otro pero al asunto, ‘mayora’ está etiquetada en dicho repertorio como un término «femenino en desuso», es decir, que la RAE lo califica como una expresión obsoleta.
La presencia o ausencia de las palabras en el Diccionario no es la que hace que estas existan. Porque quienes crean, mantienen o modifican una lengua no son propiamente los miembros de una academia especializada, sino más bien todas aquellas personas que hablan y emplean el idioma en las múltiples latitudes del mundo en las que este pueda estar presente. En el caso de Márquez, que con decir ‘mayora’ quiso referirse a las mujeres afro de edad avanzada que encarnan la sabiduría ancestral de los pueblos históricamente esclavizados u oprimidos, el que no haya una acepción en el DLE que se ajuste a ese contexto no le resta validez a la palabra en cuestión.
A fuerza de las múltiples transformaciones y usos que los mismos hispanoparlantes hacen de ciertas expresiones, cada año son más los términos que se incluyen en el Diccionario. Y, en la búsqueda de la reafirmación de los derechos y potencialidades de la mujer, se ha logrado oficializar el uso de palabras como jueza, lideresa, presidenta, clienta, médica, música o arquitecta, entre tantas otras. Si nos basamos en lo que establece el Diccionario, en caso de que Francia Márquez llegara a ocupar el segundo alto cargo del poder ejecutivo en el país, quizás lo más apropiado no sería llamarla ‘vicepresidente’, sino ‘vicepresidenta’.
El español tiene tantos misterios como curiosidades. Y la palabra ‘vallenato’ es una digna de análisis. Ya ‘vallenato’ existía muchas décadas antes de 2017, año en que fue aceptado por la RAE y recogido como término en su Diccionario con dos acepciones relativas al género o ritmo musical que denota. No más. Aún no aparecen en él dos acepciones tan indiscutibles como válidas: «Natural de Valledupar, ciudad de Colombia» y «Perteneciente o relativo a Valledupar o a los vallenatos». ¿Quiere decir eso que los vallenatos (gente oriunda de Valledupar) no existen? Creo que todos concordaremos en la misma respuesta.
P. S.: La palabra ‘paisa’ tampoco está en el Diccionario.
@cataredacta