Hace unos 250 mil años, y partiendo casi desde cero, nuestros antepasados más remotos empezaron a acumular conocimientos sobre sus propias vidas y la naturaleza que los rodeaba y, en lentísimo y muy largo proceso, se alimentaron mejor, se dotaron de herramientas, se vistieron, construyeron viviendas, evolucionaron de la caza y la recolección al pastoreo y la agricultura, aparecieron los artesanos, crearon la escritura y desarrollaron las artes y las ciencias.
En ese lapso los conocimientos se transmitieron con muy pocos cambios, porque evolucionaban con lentitud entre las familias y los pequeños grupos de vecinos. Hasta que aparecieron organizaciones religiosas que creaban conocimientos y los transmitían, como hizo la Iglesia Católica en Europa y en américa Latina.
Con el fin de sacar a los países del subdesarrollo feudal, el capitalismo planteó que la educación debía ser pública y gratuita, para asegurarse de que nadie, por pobre que fuera su familia, sería excluido de mejorar sus conocimientos y de aportarle más a la sociedad.
Solo después de la Independencia de España, Bolívar y Santander pudieron promover la educación pública y gratuita, cambio muy importante que se sumó a la débil educación religiosa existente.
En este proceso, y ante el desinterés del Estado colombiano por ofrecer más educación universitaria pública y gratuita, sumado a su debilidad presupuestal por el subdesarrollo nacional, en el siglo XX se creció la universidad privada, con su conocida debilidad estructural: la calidad de las más baratas no puede ser igual a las que cobran matrículas de 30 millones. Y se creó el Icetex –que a 2022 tenía 915.309 deudores–, para financiárselas con créditos del Estado a quienes no pudieran pagarlas.
Con sus problemas, esto ocurría hasta que Gustavo Petro decidió golpear a los jóvenes y a sus familias y a las finanzas de las universidades privadas. Porque le redujo los dineros públicos al Icetex de 3,8 billones de pesos en 2022, a 3,2 en 2023, a 1,6 en 2024 y a 900 mil millones en 2025, una caída del 74 por ciento. Y los 55 mil créditos anuales cayeron a diez mil.
No olvidar que el 91 por ciento de quienes se pagan sus estudios con créditos del Icetex pertenecen a los estratos 1, 2 y 3 y que el gobierno de Petro condenó a 131.166 jóvenes de estratos 1 y 2 a pagar hasta dos millones de pesos más de cuota por sus deudas, porque les redujo el subsidio a las tasas de interés y se las elevó hasta el 17 por ciento, castigándolos al cambiarles las condiciones con las que de buena fe se endeudaron con el Icetex. ¿El candidato Petro sí tuvo la honestidad política de advertirle a la juventud que así la iba a tratar como Presidente?
Para no darle cabida a la demagogia petrista que justifica este cruel atropello, hay que señalar que los jóvenes no son los responsables de que no se reformen la Ley 30 y el Icetex, cambios que deben incluir eliminar la capitalización de los intereses de los créditos, otorgar alivios reales en las tasas de interés, renegociar las condiciones del crédito con el Banco Mundial y asegurar que la plata que reciba del presupuesto nacional no supere los incrementos de los recursos para las universidades públicas.
*Tomado de Cambio Colombia.