La cobertura mediática sobre la guerra en Ucrania ha estado plagada de un racismo reprochable que raya en el absurdo de seguir perpetuando la peligrosa idea de que hay quienes valen más o menos que otros por su ascendencia étnica o racial. Más de un periodista se ha mostrado sorprendido y casi ofendido al informar sobre el éxodo de más de un millón de ucranianos de “ojos azules y cabello rubio” que ante la ofensiva de Rusia se han visto obligados a abandonar su país. ¿Acaso la apariencia física o la procedencia de una persona importan cuando está en riesgo su vida?
Es ridículo que la piel blanca de los ucranianos tenga que ser resaltada en el discurso de los medios de comunicación para contar desde una visión sesgada por barreras ideológicas una desgracia como la guerra. La guerra, que en el siglo XXI que habitamos sigue presente en todas las latitudes. La guerra, que no es exclusiva de poblaciones como Irak, Afganistán o cualquier rincón de Latinoamérica, ese ‘incivilizado’ espacio geográfico del mal llamado tercer mundo en que la prensa internacional suele ubicar lo peor de lo peor.
Hay racismo por todas partes. Mientras los comunicadores y analistas del conflicto tienden a destacar en sus informes la extrañeza de que sean blancos y genuinos europeos los que estén sufriendo los horrores de un ataque bélico, mas no gente morena o negra o “de color” (pobre y desventurada per se), las políticas migratorias del Viejo Continente también tienen implícito un rasgo segregador. El no portar pasaporte europeo es la piedra en el zapato de aproximadamente 470 mil ciudadanos extranjeros para salir de Ucrania e ingresar a países vecinos en calidad de refugiados.
«¡Nos están haciendo retroceder solo porque somos negros!», dijo un estudiante nigeriano ante la negativa de salir huyendo del país que hoy le expone a su suerte por ser “negro”. En contraste, la ONU da cuenta de 331 muertes confirmadas de civiles y la OTAN indica que lo más probable es que los próximos días sean peores, «con más muerte, sufrimiento y destrucción». Es sencillo y sensato lo que expresa el joven de Nigeria: «Todos somos humanos. No deberían discriminarnos por el color de nuestra piel». ¿Tiene algo de lógica la empatía selectiva?
Es aterrador saber que diecinueve niños han muerto en Ucrania a causa de la injustificada invasión rusa. Como también lo es que sigamos siendo testigos de un mundo que no sabe vivir sin matar y sin discriminar según la raza, el género o la nacionalidad. La forma como muchos periodistas han narrado lo que ocurre en Ucrania es digna de un penoso reconocimiento al racismo y de una objeción total desde la óptica del más prolijo periodismo, ese que comunica con sentido humano y social.
«No son refugiados de Siria, son refugiados de Ucrania… son cristianos, son blancos», dijo una periodista de la NBC. «Este no es un país en desarrollo del tercer mundo, esto es Europa», dijo otra de ITV News. «Es muy emotivo para mí porque veo europeos con ojos azules y cabello rubio siendo asesinados», dijo otro de la BBC… Eso es racismo, eso es inaceptable. Lo digo como periodista, lo digo como ser humano.
@cataredacta