Hace unos días leí la descripción que uno de sus muy buenos amigos hizo en redes, de este gran barranquillero. No pudo ser más acertado. Lo definió como un ser brillante, comprometido, buen miembro de familia, bondadoso, entre otros. Yo solo quiero agregar una y es que Camilo Abello era un ser excepcional. Hace unos años, en mi paso por un gremio local, lo invite a mi oficina para que hablara de los proyectos que el grupo Argos tenía a nivel local. Me acompañaron algunos directivos. En ese momento ya había sido diagnosticado con la enfermedad que padeció, pero su capacidad de expresión y su compromiso con Barranquilla quedaron más que claros con tan brillante exposición. Al final, me regaló una medalla de la Virgen, que aún conservo. Debo confesar que si bien soy creyente, soy poco practicante, pero siempre me causó gran impacto su fe y su deseo de luchar. Nunca lo escuche quejándose y conversar con él generaba una gran paz. A pesar de sus dificultades de salud, nunca dejó de trabajar por Barranquilla, participaba de manera activa en múltiples juntas, donde con su carácter siempre fue fiel a sus principios.

Durante su carrera en Cementos Argos S.A., hizo prácticas y pasó a desempeñarse como abogado del departamento legal. En el Grupo Argos desarrolló una carrera súper exitosa, llegando a ser el segundo a bordo de tan importante organización, fue además secretario general, vicepresidente de asuntos corporativos, director de sostenibilidad y director de la Fundación Argos. Era y fue miembro de múltiples juntas directivas, entre ellas Equinorte, Comité Intergremial del Atlántico, Consejo Empresarial para el Desarrollo Sostenible (Cecodes), Fundación Celsia, Triple A, Parque Cultural del Caribe y el Country Club.

Recientemente, hace poco más de un mes, me invitó a su casa, en conjunto con otros amigos, con quienes compartimos la pasión por la buena gastronomía, muy a pesar de que Camilo no sabía ni hervir el agua. Sentí la necesidad de estar y viajé con ese propósito desde Bogotá, donde vivo. Si bien no pude quedarme mucho tiempo, aproveché al máximo su compañía, y debo ser sincero y mencionar en este escrito, que sentí que no lo volvería a ver. Hoy puedo comentarlo, como es normal no compartí esta sensación con nadie. Camilo ya no está con nosotros, sin duda está en el cielo en un lugar privilegiado, y desde allá nos mandará su buena energía. A Kathy, su esposa, podría dedicarle una columna completa, qué entereza y qué forma de enfrentar la dificultad, digna de admirar. Solo puedo decirle que ella y sus hijos siempre tendrán un ángel que velará por ellos y nosotros, sus amigos del Grupo Gourmet, Luis, Cuzu, Fernando, José Gabriel y yo, nunca lo olvidaremos, permanecerá en nuestros corazones. Solo esperamos que desde allá ilumine nuestras recetas para que de una forma u otra siempre tengan el toque de sabor que Camilo ponía en cada uno de nuestros encuentros.

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