Las imágenes del momento preciso en que el vehículo explotaba, cercenando de un tajo casi una decena de vidas y dejando heridas a otras 50, se volvieron trending topic del cada vez más enfermizo afán voyerista que la era digital ha magnificado. Como buitres hambrientos de carroña le damos reply o like en las redes sociales a todo lo que se tiñe de rojo o huele a morbo. El espectáculo de la muerte ajena y distante atrapa en cualquier pantalla. Mientras no toque cerca, no importa, dicen con los ojos pegados al celular. Lo dicho: como los buitres.

Y si ese es el tipo de manejo descarnado que de la imagen y el hecho se hace en redes, peor aún es lo que queda si el ejercicio periodístico, que se supone basado en principios de pertinencia, relevancia, respeto por el hecho, las fuentes y la audiencia, hace uso indiscriminado y errado de este tipo de registros. ¿Aportaba algo a la noticia el acompañarla con la imagen de un cadáver irreconocible y humeante? ¿Se contaba mejor el hecho y los datos si se enfatizaba en la carne quemada y la piel desprendida de los heridos? ¿En qué contribuye ese uso “pornomisérico” de la situación a la efectividad de la historia? ¿Alguien pensó en las familias y allegados de esas personas? ¿Algún medio o periodista aún cree en pleno siglo XXI que el reconocimiento y prestigio profesional se logra a punta de replicar en redes lo explícito de una tragedia? Si el periodismo está para servir y hacer mejor a una sociedad, ¿Alguien de verdad se siente o se considera mejor persona porque vio los restos quemados de otra?

Con Tasajera pasa, como bien lo anotó el maestro de la crónica Alberto Salcedo Ramos cuando se refería a la masacre de El Salado, que “los habitantes de estos sitios pobres y apartados solo son visibles cuando padecen una tragedia. Mueren, luego existen”. De esta población pobre, olvidada, relegada, con sus necesidades básicas insatisfechas desde tiempos inmemorables, nos venimos a acordar ahora con mucho de fingida compasión. Muchos de los que transitan esa carretera con alguna frecuencia suben los vidrios y pasan rápido porque el paisaje les incomoda. A Tasajera se le veía, si es que se le veía, como una mancha en la ventana, como un rayón en el tablero. Ni siquiera por eso, y por un mínimo acto de consideración, somos capaces de respetar su tragedia.

Ojalá nos sacudamos un poco de esta miseria digital en la que nos consumimos a diario para recobrar un poco la humanidad y el sentido. Ojalá todos esos que miraban con ceño fruncido y asombro fisgón las imágenes del accidente se atrevan a mirar con igual atención y mucho más respeto las realidades sociales a las que se enfrentan buena parte de los habitantes de la región. Ojalá y nunca más pase algo así, y ojalá nunca más nadie lo vuelva tuit.

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@alfredosabbagh