Me impresiona la gran cantidad de personas que han decidido enfrentar la vida desde la amargura, el resentimiento y el negativismo. Son esas que sienten que el universo les debe mucho, porque se lo merecen todo y no han recibido nada: terminan sufriendo por todo aquel que ha obtenido algo que, según piensan ellos, no han hecho merito para obtenerlo; mientras ellos que son extraordinarios no lo han alcanzado.
Personas que confunden la seriedad y la solemnidad con amargor, pesadumbre y rabia contra el mundo. Creo que cada uno define la manera en la que se aproxima a la realidad, ya que como nos decía Sartre “el hombre está condenado a ser libre” y por eso “depende exclusivamente de ti darle sentido a tu vida”.
Ellos decidieron vivir amargados, eso lo respeto pero que quede claro que fue su decisión. Me gusta leer una y otra vez el libro “el mito de Sísifo” de Albert Camus en el que nos deja saber que la felicidad y el absurdo son hermanos inseparables, y que es nuestra decisión cómo encontrarle sentido a lo que hacemos diariamente: “Dejó a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso”, si hasta lo que parece un castigo termina siendo fuente de dicha si soy capaz de darle sentido, de decidir hacerlo con la mejor actitud, de vivirlo a plenitud y negarme a hacerlo como una imposición.
En este sentido decidí ser optimista; no porque abdique de mi capacidad critica, no porque no posea palabras corrosivas y sórdidas, no porque no vea las injusticias ni soslaye la corrupción que nos destruye como individuos y sociedad sino porque quiero llenar de alegría cada situación que vivo, porque dejo que la esperanza me impulse a dar lo mejor de mí en mis batallas, porque descubro las bendiciones y las caricias diarias de la vida en los amigos y en los que me aman, pero sobre todo porque soy un agradecido y vivo en la gratuidad.
No hay manual de felicidad, hay vida vivida con pasión, inteligencia y fortaleza. Ser optimista no implica desconocer las dificultades, los problemas y los miedos que tenemos diariamente. No es cierto que una persona optimista está mal informada, lo cierto es que es alguien que ha sido capaz de ver las posibilidades, las potencialidades y logros que existen en la vida y no sólo las desgracias, las traiciones, las frustraciones.
Se vale llorar, hartarse de las mismas rutinas de estos días, se vale tener miedo por no saber como seguir, pero siempre volviendo a decidir ser optimista frente a todo. Vivir en libertad, decidiendo llenar de sentido cada situación, tener optimismo para poder decir como el viejo ciego Edipo: “A pesar de tantas pruebas, mi avanzada edad y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien". Sí, Juzgo que todo está bien.