Dicen que las encuestas son como los exámenes de laboratorio: con una pequeña muestra se sabe cómo está la salud del paciente. En este caso, la del candidato.

Y los sondeos de este año son claros: el país se inclina por dos polos opuestos. De un lado, Abelardo De La Espriella, el outsider que representa la derecha; del otro, Iván Cepeda, heredero político de la izquierda. El centro, como siempre, parece condenado a la irrelevancia. Sergio Fajardo llegó a un techo muy bajo. Los de centro-derecha —Pinzón, Paloma y el resto del pelotón del 1%— no despegaron. Y los de centro-izquierda —Roy Barreras, Claudia López, Daniel Quintero— son como ciclistas gregarios: su función es distraer mientras Cepeda pedalea hacia el podio.

Todo indica que esta tendencia se mantendrá en las encuestas de enero y febrero. Si los candidatos de centro-derecha se unen a Abelardo, podría ganar en primera vuelta. Si no lo hacen, tendremos cuatro nombres en disputa: Abelardo, Cepeda, Fajardo y el que surja de la consulta. Pero lo más probable es que la segunda vuelta sea entre Abelardo De La Espriella e Iván Cepeda. El país está dividido entre quienes quieren un presidente que continúe las políticas de Petro y quienes buscan un líder independiente, con autoridad y determinación para poner orden.

Veamos las propuestas. En el exclusivo Club El Nogal —símbolo de resiliencia tras el atentado de las FARC-EP que dejó 36 muertos y cientos de heridos— se realizó una reunión privada convocada por la presidenta de la Cámara de Comercio Colombo-Americana (AmCham). Allí, Iván Cepeda, según reveló un medio, lanzó un mensaje que no podemos pasar por alto: su proyecto político busca culminar lo que Petro dejó inconcluso. ¿Qué significa esto? Una Asamblea Nacional Constituyente al estilo venezolano, revivir reformas fallidas en salud, pensiones y jurisdicción agraria, mantener relaciones con el régimen de Maduro, sostener impuestos asfixiantes, duplicar subsidios, estrechar lazos con China, abrir mesas de negociación con grupos criminales y entregar al Estado el control de sectores estratégicos de la economía. La pregunta es inevitable: ¿Ese es el futuro que María Claudia Lacouture y Frank Pearl están dispuestos a avalar para Colombia, aun cuando sabemos que ese camino conduce directo al abismo institucional y económico?

En contraste, Abelardo De La Espriella plantea una agenda diametralmente opuesta: recuperar los corredores dominados por las guerrillas, sustituir 70 mil hectáreas de coca cada año, reducir el déficit fiscal con recortes de gasto y una disminución del 40% en la burocracia estatal; implementar reformas para sanear la deuda e impulsar un modelo económico basado en libertad y emprendimiento empresarial entre otras propuestas.

Colombia se enfrenta a una decisión trascendental: continuar el experimento fallido del petrismo con Cepeda o apostar por un liderazgo disruptivo que promete orden y autoridad con Abelardo. Dos visiones, dos caminos. Uno nos acerca al modelo autoritario y empobrecedor que hundió a Venezuela; el otro apuesta por seguridad, eficiencia y desarrollo.

Las encuestas son solo un termómetro, pero la fiebre política está alta. El país no quiere tibios. Quiere definiciones. Y en 2026, la batalla será entre dos visiones opuestas: más Estado o más libertad.