Escribir historias de mujeres inspiradoras es todo un honor para mí, es una forma de polinizar el mundo de esperanzas, de reconocer el poder creativo y transformador de las mujeres y la gran Tia Lucy sí que tiene relatos que demuestran lo poderosa que somos las mujeres y la generosidad que traemos por naturaleza para poner los talentos al servicio de todos y todas.
Hoy mi espíritu se infla de sororidad porque les voy a compartir la historia de una gladiadora existencial que escogió caminos de determinación, de nunca silenciarse y siempre manifestarse, con argumentos y valentía. Es un honor poderla llamar maestra, haber tenido una tertulia de amor y sabiduría con ella, la cual, nutre mi misión feminista y social.
La tía de la fuerza indomable y el corazón universal
La tía Lucy a sus 90 años tiene una memoria envidiable, relata historias familiares y de su infancia, comparte anécdotas y describe lugares de Riohacha como si nunca hubiera salido de ella, aunque lleva más de 50 años viviendo por fuera, la vida la ha llevado a muchos lugares, pero su ombligo está enterrado en su tierra, sin duda, es una guajira de pura cepa – Henríquez Cotes – son sus apellidos, que nos ratifican la guajiridad que ella representa.
Habla con contundencia, sus opiniones las da con tanta seguridad que no deja otra opción diferente a apoyarlas, no negocia versiones distintas a las de ella, porque algo que repite es que en la vida hay que ir siempre con fuerza.
Es amante de la buena música, es una tejedora excelsa y brota de ella una exquisitez propia de las – mujeres del caribe – arte, poder en su palabra y memoria saludable, además una fuerza que es propia de las mujeres que nacen cerca al mar, que tienen el ADN indígena, que construyen su historia con resiliencia, creatividad y esencia de territorios.
También relata historias de su paso laboral por entidades bancarias y el congreso de la república, es que la tía Lucy tiene tantas historias como años, mantiene su acento guajiro, tiene ese cantadito sabroso que nos invita a escuchar por mucho tiempo sus relatos.
No es una mujer a la que puedan echarle cuento, porque es maestra de maestras, ella ha sido cuidadora, trabajadora, la amiga, la creativa, la sonriente, la inquebrantable, no queda duda de que estas memorias vivas son el mejor regalo, un legado que hay que documentar para que las nuevas generaciones se enamoren de La Guajira, se inspiren a hacer las cosas bien y entiendan que es necesario realizar un tejido entre la sabiduría ancestral y las nuevas formas de vivir. Uno de los tesoros más bellos de nuestra región caribe es la – palabra – hecha historias de vida y que nuestras maestras nos contagien de esa fuerza infinita como las de la tía Lucy, una mujer admirable.
Su misión de vida
Ella ha sido la madre, la tía, la luz para varias generaciones de su familia, asumió el acompañamiento afectivo y de vida de sus sobrinos (hijos de su hermana Remedios (Cachita) y de los hijos de Katherine que gozan de su permanente presencia y amor infinito; la tía Lucy es un vientre fructífero que ha esparcido al mundo su alegría, su carácter, su determinación y esa esencia única de las damas guajiras.
Ella nació para ser feliz y hacer feliz a su entorno, tiene el don de la palabra puede hablar de muchos temas a la vez, del pasado y del presente como si fuera un tejido perfecto de esos que ella tiene enmarcados y colgados en las paredes de su casa. Es una mujer de grandes privilegios, viajes, historias y desafíos; viene de una época donde ser mujer era realmente un riesgo y ella con su fuerza lo asumió a la altura.
Un resumen de nuestro diálogo
Quiero cerrar esta nota compartiendo un resumen de nuestra tertulia y de esa manera tan especial que tiene la tía Lucy de contar historias.
F: ¿Qué opinas del departamento de La Guajira?
L: Es un departamento muy hermoso, donde disfruté mucho en mi niñez, es una tierra de encanto.
F: ¿Después de la muerte de su mamá ¿dónde vivió?
L: Estuvimos viviendo en Santa Rosa
F: ¿Qué era Santa Rosa y cómo vivían allá?
L: Era una mansión que tenían mis abuelos y mi mamá, cerca de Manaure y Uribia. En esa hacienda pasó la luna de miel el expresidente Alfonso López y su esposa la niña Ceci. Recuerdo que mi madre fue una mujer muy trabajadora y tenía varias propiedades que nos permitieron vivir de manera cómoda. Santa Rosa era una mansión, en la mesa tú encontrabas de todo: ovejo, cerdo, chivo, lo que quisieras comer. También contábamos con nanas que nos cuidaban.
Recuerdo que mi abuelo, Luis Cotes Gómez, explotaba las salinas de Manaure. Nosotros íbamos de Santa Rosa a Manaure a las 5:00 a.m., era como a 15 minutos. Eso era lleno de pilas de sal. Y después esa sal se transportaba en los cayucos que tenía mi abuelo, como treinta cayucos, cada uno con el nombre de un nieto o nieta. La llevaban hasta el barco que venía a recogerla para llevársela.
F: ¿Cómo se llamaban sus abuelos?
L: Luis Cotes Gómez y Lucila Barros.
F: Tía Lucy usted comentó que su mamá era muy trabajadora y tenía varias propiedades, hábleme de eso, por favor.
— Tenía varias fincas: La Florida, Los Barranquitos, El Tanque y otra más. Recuerdo que la leche que se consumían en Riohacha era del ganado de mi mamá, de la finca La Florida.
Gracias, infinitas Tía Lucy
Así fue mi diálogo con la gran tía Lucy, podría llenar mil hojas con sus historias, quise hacer este homenaje para que en La Guajira y el mundo se recuerden a mujeres que, a pesar de haber migrado a otras regiones, mantienen su esencia y amor por nuestra tierra, recuerdos de una infancia en la Riohacha bohemia y unida, en el Manaure de la bonanza de sal, en la península que no se rinde y que sigue imponentemente dando la pelea como cabeza de Colombia.
La Tía Lucy es de esas mujeres que siguen encendidas como los soles guajiros que siempre brillan, que inspirador escuchar una voz que a sus 90 años mantiene la certeza de la memoria intacta, de la palabra genuina y del buen “Enchoye” riohachero. Que sigan los grandes legados que nos nutren el espíritu de esperanzas para nunca rendirnos.
¡Gracias, por tanto Tía Lucy!
@FACOSTAC


