Siempre he sido un lunático. Cuando era adolescente enamoradizo, siempre regalaba la luna. Mi táctica era decirle a mis novias, que miráramos el cielo juntos mientras hablábamos por teléfono. Era una forma sencilla de sentirnos conectados, aunque estuviéramos lejos.
Luego conocí la luna de Estercita. Esa que desde Barranquilla se ve más linda y morenita en esta época del año.
Y este fin de semana, literalmente, me monté en ella.
La Luna del Río ya gira en el Gran Malecón. Una noria de 65 metros de altura que permite ver la ciudad y el Magdalena desde una perspectiva monumental, revelando una Barranquilla distinta, más amplia y ordenada, que pocas veces se percibe desde el nivel del suelo. Un nuevo intento de la ciudad por consolidar símbolos urbanos que refuercen su relato como destino moderno y turístico.
La logística fue ágil. Compré las entradas en Tu Boleta y entré con mi familia sin mayores contratiempos. No había fila, algo cómodo para nosotros. No la multitud que uno imagina en una inauguración, pero sí un flujo constante de visitantes, familias y curiosos subiendo y bajando de los vagones, observando la ciudad con la calma que permite la altura.
Y ahí aparece el verdadero lado oculto de la luna. Porque más allá del diseño, la ingeniería o la foto inaugural, el modelo de negocio de una noria como esta depende, en buena parte, de que las personas compren boleta. De que exista flujo constante, repetición y turismo activo. No verla abarrotada en una tarde de fin de semana inaugural no deja de generar preguntas razonables sobre su sostenibilidad en el tiempo.
Espero que sea cuestión de posicionamiento y tiempo. Que con la llegada de turistas y el efecto natural del voz a voz, la noria empiece a llenarse durante toda esta temporada alta y se integre a la rutina del Malecón.
Porque este tipo de proyectos no se sostienen solo con entusiasmo inicial ni con el brillo de la novedad, sino con uso constante y apropiación ciudadana.
Desde una mirada de marca ciudad, la Luna del Río tiene todo para convertirse en un nuevo ‘landmark’. Una imagen potente para promocionar a Barranquilla, reforzar su relación histórica con el río y consolidar una postal contemporánea que dialogue con otros íconos urbanos recientes.
El reto ahora no es solo construir, sino sostener. Que la Luna del Río encuentre su público, su ritmo y su lugar en la ciudad. Porque un verdadero símbolo urbano no se mide por su altura, sino por su permanencia y por la capacidad de seguir girando cuando ya pasó la novedad.
Así que no pierdan la oportunidad. Péguense su viaje a la luna. La experiencia será inolvidable. Eso sí, alisten los 15 mil pesos por persona.
@eortegadelrio


