Llega la Navidad… y con ella la alegría, el fin de año, las novenas de aguinaldos, las luces, los regalos y mucha comida. Con la Navidad espero que llegue también un poco de armonía, que cese la violencia, la corrupción y la politiquería, que parecen haberse instalado en nuestra cotidianidad como si fueran parte indispensable del paisaje nacional.

Faltan solo unos pocos meses para que termine el gobierno nefasto que nos tiene en agonía, empobreciendo nuestra economía, debilitando nuestra seguridad y sumiéndonos en una crisis política que parece interminable. Vivimos con unas relaciones internacionales deterioradas y con un país que ha sido descertificado, impregnado por el narcotráfico y manejado por una izquierda rebelde, terca y profundamente incapaz de gobernar. Un gobierno que improvisa, que desprecia el conocimiento, que ha pisoteado los valores, la libertad, la honestidad y la propia justicia.

Y es precisamente frente a ese panorama que la denuncia se vuelve necesaria. Gustavo Petro, Armando Benedetti, Laura Saravia y el resto de su equipo no han sido más que una caterva de rufianes empeñados en usurpar el poder soberano que pertenece al pueblo, ese mismo pueblo que cometió el error de darles la oportunidad de gobernar. La transición duele, sí, pero también permite reflexionar; por eso, más que un salto fútil, es necesario pasar del diagnóstico a la responsabilidad, de la tragedia a la lucidez.

Que las velas de Navidad, las luces de colores que adornan nuestras casas y el espíritu de celebrar el nacimiento de nuestro Redentor y Salvador concurran en la misión de depurar de la mente y del corazón de todos los colombianos el odio, la tristeza y, sobre todo, la estupidez de seguir creyendo en políticos populistas y corruptos, esos que pagan para llegar al poder y gobiernan para robar sin vergüenza alguna. Que este tiempo de recogimiento nos permita abrir los ojos y aprender, al fin, que un país no puede avanzar si insiste en confiar su futuro a quienes solo buscan destruirlo.

Que Navidad nos llene de paz, salud, sabiduría y verdadera prosperidad. Que en nuestros hogares reine la armonía; que en las calles desaparezca la inseguridad; que la violencia no siga ejerciendo su poder; y que, en el gobierno, por fin, prevalezca la honestidad. Porque sin decencia pública no habrá nación posible, y sin esperanza tampoco habrá camino. La Navidad es luz: ojalá este año ilumine todo aquello que la política ha querido oscurecer y cese la horrible noche.

@oscarborjasant