En un mundo que marcha a toda velocidad, donde todo parece girar alrededor de los resultados y de las metas, a veces pasamos por alto lo más importante: el por qué hacemos lo que hacemos. Dicen que el propósito es el por qué, la visión el qué y los valores el cómo. El propósito es lo que nos impulsa, la visión lo que nos guía y los valores lo que nos sostiene.

El propósito viene siendo aquello que nos hace levantarnos cada día con una ilusión, incluso cuando las cosas se nos complican, es tan simple como querer ayudar a los demás, enseñar con amabilidad o hacer muy bien nuestro trabajo. Una persona que siempre atiende con una sonrisa, que escucha con mucha atención o que pone cuidado en lo que hace, está actuando desde su propósito.

La visión es lo que nos imaginamos, el sueño que nos mueve hacia adelante, que nos da dirección, no se trata solo de que logremos grandes metas sino hacia cual horizonte avanzamos, inclusive cuando el camino es incierto, nos da el foco y la esperanza, es el mapa que guía nuestras decisiones.

Los valores son como el hilo invisible que une lo que pensamos con lo que hacemos, son las reglas internas que nos hacen mantenernos firmes en momentos en los que sentimos que no podemos más. Actuar con honestidad, tratar a los demás con respeto, cumplir con la palabra y tener empatía son ejemplos sencillos, pero poderosos. Cuando decidimos no hablar mal del otro, agradecer un gesto amable o ayudar sin esperar nada a cambio, estamos liderando con valores.

Cuando el propósito, la visión y los valores se encuentran, todo cobra sentido; dejamos de trabajar por obligación y comenzamos a hacerlo por convicción, sintiendo que cada cosa que hacemos tiene un significado. Por ejemplo, un médico con el propósito de aliviar el sufrimiento humano, con la visión de hacer de la salud un derecho accesible para la gente y con valores como la integridad y la empatía no solo sana a sus pacientes, les transforma sus vidas.

El verdadero liderazgo se da cuando el por qué, el qué y el cómo caminan de la mano. No se trata de alcanzar las metas más rápido, sino de hacerlo con sentido, con coherencia y con la certeza de que cada paso contribuye a algo mucho mejor. Quien conoce su propósito sabe por qué actúa; quien tiene una visión clara entiende hacia dónde va y, quien vive sus valores, construye su camino con integridad.

Este equilibrio crea líderes que inspiran, que irradian confianza porque su manera de actuar refleja una profunda convicción. En ellos, las palabras y acciones coinciden y, esa coherencia, genera respeto y credibilidad.

@henrydelae