La Corte Constitucional acaba de pronunciarse otra vez sobre el eterno problema del hacinamiento carcelario. En el Auto 1667 de 2025, el alto tribunal ordena fortalecer las brigadas jurídicas como parte de una estrategia para mejorar las condiciones en los centros de reclusión del país. La Coste Constitucional desde su creación ha hecho múltiples esfuerzos por dignificar a las personas privadas de su libertad en el país, no obstante, falta mucha ejecución de estos fallos pues las ideas son buenas, pero no podemos seguir creyendo que el hacinamiento se resuelve solo con papeles o visitas esporádicas de abogados.

Las cárceles necesitan presencia real del Estado, porque detrás de cada interno hay procesos que se estancan, libertades que se demoran meses, sentencias que nadie revisa, derechos que se quedan en el aire e incluso, personas que aceptan cargos porque no tienen los recursos para defender su inocencia. Las brigadas jurídicas son una herramienta valiosa, sí, y a la que todos los abogados debemos estar prestos, pero no bastan, se necesita personal permanente y con capacidad de acción inmediata.

Pero hay un tema que pocos mencionan y que es, quizás, el más importante: en Colombia no hay un juez de ejecución de penas en cada cárcel. Y eso debería ser lo mínimo. Un juez presente, que vea cómo viven los internos, que escuche sus reclamos, que se asegure de que las penas se cumplan con dignidad y no en condiciones inhumanas. Hoy, los jueces de ejecución están desbordados, manejando cientos de expedientes desde despachos lejanos, sin contacto real con la situación carcelaria. Así es imposible garantizar justicia.

El hacinamiento no es solo un problema de espacio. Es una forma de olvido institucional. Mientras no haya presencia judicial constante en los centros penitenciarios, cualquier plan se quedará corto. La Corte ha dado un paso importante, pero falta que se destinen los recursos necesarios a la Rama Judicial y a la Defensoría pública.

El Estado tiene una deuda enorme con quienes, pese a haber sido condenados, siguen siendo seres humanos. No se nos olvide, que las cárceles están llenas de inocentes y que no se necesita ser un criminal para estar en estas. Y esa deuda no se paga con discursos. Se paga con acciones concretas: con defensores públicos bien dotados, con brigadas jurídicas fuertes y, sobre todo, con un juez en cada cárcel, que recuerde que cumplir una pena no significa perder la dignidad. Porque la verdadera justicia no se mide por el número de condenas, sino por la forma en que tratamos a quienes ya están pagando las suyas.

@CancinoAbog