Hay tremendo revolú en las redes con respecto a que en La Yunai, concretamente en Florida, están prohibiendo que los estudiantes lean. Lo tomo con mucha reserva porque ya no se puede creer en las redes de internet, menos ahora que se puede hacer cualquier cosa con la inteligencia artificial. Uno de los anuncios dice que, particularmente, “Cien años de soledad” y “El amor en tiempos del cólera”, fueron prohibidos.

Independiente de si es cierto o no, esto me retrotrae a una experiencia bizarra que tuve en la primera vez que visité Nueva York, por los años 80, y tuve la oportunidad de departir con dos puertorriqueños, dos gringos y un dominicano. En el desarrollo de los temas se habló de todo pero, para mí, era evidente que en los que tenían que ver con literatura, cultura, conocimiento general, geografía, había una diferencia abismal entre mi formación como bachiller frente a la de ellos, me miraban con cara de ¿what are you talking about? Estoy hablando de personas alrededor de los 30 años, exitosos en lo suyo.

Era incómodo tratar de mantener un tema de cierto interés porque me saboteaban con un mal chiste o cambiando el tema sin ningún rubor. La tapa de la olla fue una frase pronunciada por uno de los gringos que me hizo preguntarme ¿What am I doing here? cuando dijo que la capital de Suramérica era Buenos Aires.

Desde entonces he prestado atención a la educación superior, nuestro bachillerato, de ese país y de otros para apreciar la universalidad de nuestra formación en diversos campos del saber, hoy un poco venida a menos por tanto rollo en su interior.

Esta es nuestra realidad numérica. Analfabetas 5.1%, en los alfabetas el 60% tiene mala ortografía, los que leen son un 72%, lo cual está representado en libro y medio al año, el resto es redes sociales y páginas web.

Así como pude establecer una diferencia en nuestra formación como bachilleres frente a aquellos, de igual manera me siento cuando escucho a los bachilleres actuales con un enorme vacío conceptual en medio de una pobre fluidez verbal para expresarse acerca de las cosas fundamentales de la vida que todo bachiller de antaño sabía.

La única solución a todos esos males es la lectura, no hay pastilla, ni ampolla, ni chip, ni algoritmo, que la reemplace. El placer de leer, en especial un libro en físico, es absolutamente sensorial, con los ojos descifrando el significado de las letras en el papel, el olor de ese papel, la sensación al tacto de las páginas; todo junto para lograr el momento cumbre en que la lectura lleva al lector a la total simbiosis literaria con el autor en la que hay un nuevo aprendizaje.

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