En la Colombia petrista todo es susceptible de empeorar. Después de la muerte de un candidato presidencial de oposición, de los escándalos de corrupción, de los tarimazos con mafiosos, de los actos circenses que han ridiculizado el país y de la descertificación por parte de los Estados nidos, nos faltaba un paso más de este sainete: el retiro de las visas de los Estados Unidos a Petro y a parte de su gabinete.
Ignominia y vergüenza es lo que le cayó al país con el impresentable de Petro. En la Asamblea General de Naciones Unidas en New York hizo un discurso paupérrimo, risible y deplorable no solo por los mensajes, sino por la precariedad de su contenido. En eso Petro ha sido un adalid de la ignorancia. Cree a pie juntillas que es un hombre inteligente y culto cuando es una persona que carece de lectura y de formación. Por eso su ramplonería y sus yerros históricos, teóricos y de contexto son tan abismales.
Luego del discurso, se fue a las calles a arengar por Palestina e instó a los soldados norteamericanos a desobedecer a su comandante en jefe. Lo hecho es vergonzoso y se tipifica en los Estados Unidos como delito. Esa razón llevó a que con justa causa, el gobierno americano le quitara la visa al presidente Petro. Al regresar al país, parte de su gabinete se solidarizó y, por ello, también les suprimieron la posibilidad de viajar a los Estados Unidos.
Esta salida en falso de Petro tendrá cuatro consecuencias. La primera que puede estar en juego la relación comercial con Estados Unidos. Hoy en día, la inversión extranjera directa del coloso del norte con Colombia es de 5 mil millones de dólares anuales. Las exportaciones de Colombia hacia los Estados Unidos en el 2024 fueron de 14,335 millones de dólares, lo que representó el 27,7% de las exportaciones globales de Colombia. Las importaciones fueron de 16,464 millones de dólares. Todo este intercambio comercial que se ha ganado gracias a la confianza y al trabajo conjunto se puede ir al precipicio por cuenta de su irresponsabilidad.
Un segundo aspecto, tiene que ver con la posible disminución del grado de inversión de Colombia para los mercados extranjeros. Este aspecto afectará no solo a este gobierno, sino a la siguiente administración. Nos estamos jugando los restos en materia de financiamiento.
Una tercera consecuencia tiene que ver con la supresión de ayuda en cooperación técnica, defensa y judicial que no solo quedó afectada por la descertificación por su falta de cooperación en la lucha contra las drogas, sino que nos puso en el ojo del huracán como país gracias a que este gobierno fortaleció el crimen y el narcotráfico.
Por último, el daño a los 2 millones 500 mil colombianos que viven en los Estados Unidos y que tienen un vínculo profundo con sus familiares en Colombia. Si multiplicamos por 5 los miembros de sus familias, podríamos estar hablando de más de 10 millones de personas que pueden ver afectadas sus relaciones familiares y comerciales por cuenta de Petro. Para rematar más de 8 millones de colombianos tienen una visa de turismo a los Estados Unidos y cientos de estudiantes se educan en sus colegios y universidades. Lo que hace Petro es personalizar sus patologías contra una cultura y un gran país y así afectar a los ciudadanos que dice representar.
Insultar a un aliado y amigo de Colombia no es aceptable. Los colombianos no nos sentimos representados por Petro. En los 9 meses que faltan de mandato es clave que la institucionalidad aguante y que los Estados Unidos tengan paciencia para que el nuevo proceso electivo que reemplace a Petro y a sus adláteres, sea un punto de retorno a una relación que nunca debió afectarse.
Ex fiscal general de la Nación
Profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International
University (FIU)