Jim Rohn fue un reconocido orador motivacional estadounidense, considerado como uno de los padres del desarrollo personal moderno y al que se le atribuye la popular frase, “eres el promedio de las cinco personas con las que pasas más tiempo”. Más allá de si la cifra es exacta o no, la idea encierra una verdad que vale la pena reflexionar, la que nos confirma que nuestro carácter, hábitos, creencias y hasta nuestros resultados se ven fuertemente influenciados por el círculo cercano con el que más compartimos nuestro valioso tiempo.
Si nuestro círculo íntimo está conformado por personas optimistas, trabajadoras, responsables y con hábitos saludables, es muy factible que esas actitudes se nos contagien. De otra parte, si predomina el negativismo, la toxicidad o la falta de disciplina, tarde o temprano esas conductas se reflejarán en nuestras vidas. En el ámbito familiar, el ambiente que cultivamos impacta directamente a nuestros seres queridos; en el plano laboral, rodearse de personas que buscan soluciones en lugar de problemas nos puede marcar diferencia a la hora de conformar equipos innovadores o mediocres; y en lo social, elegir con cuidado nuestras amistades se convierte en la mejor inversión para nuestro bienestar emocional.
Así como cuidamos nuestra alimentación o lo que consumimos en las redes sociales, conviene también revisar de qué personas nos nutrimos día a día. ¿Pensemos por un momento, quienes son las personas con las que más conversamos, compartimos un café o con las que más intercambiamos mensajes por las diferentes opciones de chats por nuestros dispositivos electrónicos? Esas caras conocidas, esas voces familiares, poco a poco dejan huella en la manera en cómo hablamos, pensamos y actuamos. A veces esa influencia se nota en una frase que repetimos sin querer, en unas costumbres que adoptamos sin darnos cuenta, en la forma de mirar la vida, de enfrentar los retos o de interpretar lo que nos sucede.
Sin embargo, a la hora de elegir a esas personas, el mensaje no es excluirlas ni buscar círculos perfectos, porque no los hay, sino el de ser conscientes de la influencia que ejercen en nosotros.
Al final de todo, cada persona cercana que elegimos termina funcionando como un espejo que refleja en gran medida algo muy cercano a lo que somos, y entre todos esos espejos de nuestro entorno, se va configurando nuestra imagen ante los demás. ¿Con quiénes estamos compartiendo nuestro tiempo y por tanto en quién nos estamos convirtiendo?
Dime con quién andas y te diré quién eres, dice sabiamente el viejo y conocido refrán.
@henrydelae