He seguido con preocupación en este diario opiniones que, en lugar de fomentar un debate informado —, al cual estamos siempre abiertos—insinúan irregularidades sin sustento y siembran dudas sobre uno de los desarrollos urbanos más innovadores del área metropolitana de Barranquilla en las últimas décadas: Ciudad Mallorquín.

Para contribuir a un diálogo constructivo basado en evidencia, es valioso conocer los resultados de un reciente estudio multitemporal liderado por el Instituto de Desarrollo Sostenible de la Universidad del Norte que desmonta muchas de las falsedades que se han difundido. Este documento científico, basado en imágenes satelitales, análisis de coberturas y datos históricos, demuestra que la zona donde hoy se ubica Ciudad Mallorquín no es, ni ha sido, un relicto de bosque seco tropical.

Se trata, por el contrario, de un área con registros de intervención humana desde 1925, compuesta por coberturas secundarias. Es más: el propio estudio evidencia que ha habido mejoras ecosistémicas medibles asociadas con la gestión ambiental, como el aumento de cobertura de manglar en más de 13 hectáreas, proceso que se ha consolidado desde 2020, para llegar a más de 50 hectáreas en la actualidad (Grupo Argos ha sembrado en la zona más de 150.000 plántulas de manglar en los últimos 4 años). Donde antes había deterioro hoy hay restauración.

Y no se trata solo del componente ambiental. El desarrollo de Ciudad Mallorquín responde a más de una década de estudios de movilidad, modelos urbanos y planeación responsable. Sus 12 kilómetros de ciclorrutas y vías con los mejores estándares de urbanismo en la ciudad, 17 hectáreas de parques, y un parque central concebido con soluciones basadas en la naturaleza diseñadas en alianza con el Instituto Humboldt — citado por el mismo columnista que lidera los ataques contra Ciudad Mallorquín-, son expresión de un modelo urbano que prioriza la integración social, la sostenibilidad y la calidad de vida.

A esto se suma una realidad que no puede ser ignorada: Ciudad Mallorquín es hoy el hogar digno de miles de familias atlanticenses, que pudieron acceder a una vivienda en un entorno planificado y en una zona con parque y espacio público construidos con criterios urbanísticos de alta calidad. Son precisamente estas familias quienes han alzado su voz para defender un proyecto que les ha devuelto algo fundamental: esperanza, seguridad y bienestar real. Sus testimonios contrastan con la narrativa de quienes hoy cuestionan esta iniciativa.

Surge entonces una reflexión inevitable ¿por qué quienes durante años guardaron silencio ante verdaderos problemas urbanos, hoy atacan un modelo que está transformando positivamente la vida de tantas personas de la ciudad misma?. Es evidente que 50 columnas publicadas sobre el mismo tema hasta el momento superan cualquier racionalidad, comparación o viso de activismo legítimo.

Frente a la proliferación de mensajes que no solo desinforman, sino que afectan la reputación de personas y organizaciones, se ha interpuesto una denuncia penal que seguirá su curso legal porque es claro que en una democracia se vale disentir, pero no hacerlo a través de la calumnia y la injuria, menos aún, a costa de miles de familias y de la reputación de instituciones que con esfuerzo, rigor y buena fe han estado vinculadas al progreso de Barranquilla y su área metropolitana.

* Gerente Legal y de Sostenibilidad del Negocio de Desarrollo Urbano, Grupo Argos.