Los extremos ideológicos de izquierda y derecha se satanizan mutuamente y excluyen a todo el que no esté en su misma esquina. Mientras algunos de centro extremo, que también existe, pretenden tratar a todo el mundo por igual, como si sólo fuera cuestión de matices, cuando hay posiciones que amenazan la vida misma de otros actores.

Ni tanto que queme al santo ni poco que no lo alumbre. Ante la abundante cosecha de aspirantes presidenciales, es tiempo de apartar la cizaña del trigo, en éste caso a los demócratas liberales de los que no lo son. Liberales en sentido amplio no partidista. Una cerca con tres alambres para separar el potrero político entre los dos grupos nos sirve de metáfora para saber quiénes están “de éste o del otro lado de la cerca”. En Colombia la plaga del narcotráfico le agrega un cuarto hilo a la cerca.

El primer alambre es el talante democrático reflejado en las palabras del candidato y en su accionar en todo su periplo vital. El respeto por la separación de los poderes públicos en su quehacer político. La aceptación de la alternancia en el poder que nos debe vacunar contra las autocracias demagógicas que se aferran a él.

El segundo es el compromiso con el sistema económico de libre empresa o economía de mercado consagrado en nuestra constitución; y su claridad en la promoción y defensa de la actividad empresarial cuyos ahorros e inversiones han sido el motor del extraordinario mejoramiento global de las condiciones de vida en los últimos siglos.

El tercer alambre es una impecable trayectoria en el manejo de recursos públicos o privados: que no haya sido castigado por entes de control ni tenga imputaciones por corrupción no resueltas en el sistema penal colombiano, y que no se le haya visto en sórdidas escenas contando chuspas de billetes de manera real o equivalente.

El cuarto separador es su posición frente al narcotráfico, el combustible de las grandes oleadas de corrupción y violencia en nuestra historia. El narcotraficante tiene la necesidad, la capacidad y la voluntad de corromper. Pero como no todo el mundo es corruptible recurre a la violencia contra quienes no se pliegan a su dinero ni a sus amenazas, incluyendo recientes asesinatos de candidatos presidenciales en Quito y Bogotá. Quien sea debe desmarcarse de la mafia de Miraflores, financiadora de campañas políticas desde Sinaloa hasta la Patagonia.

“De este lado de la cerca” queda un amplio espacio para muchos demócratas de verdad en la próxima elección y ojalá en las de siempre.

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