Tengo dos videos en los que un niño de 8 años y otro de 10 corretean por la casa a su madre, armados con sendos palos de escoba mientras las señoras no saben dónde esconderse para no entregarles el celular. La escena y la palabrota ocurren en hogares de estratos económicos distintos.

En mi consulta prohíbo el uso de celular en los menores mientras esta se lleva a cabo y me encuentro con varias reacciones. La primera, es que parece un acto reflejo en el que el niño (a) apenas pone un pie en la oficina el padre extiende la mano para entregarle el aparato; la segunda, es que el niño se muestra inquieto y, para calmarlo, se lo entregan; la tercera, es que si ya lo tiene y le pido que se lo quiten, el niño me lanza una mirada de rabia y los padres no saben qué hacer y le dicen que si no se los entrega yo le voy a poner una inyección, a lo cual contesto que yo no hago eso, sino que tus papás no saben controlarte; entonces, son ellos quienes me miran con rabia.

Con los adolescentes es igual o peor. Cuando les digo que no pueden tener clave de acceso y ningún tipo de privacidad porque los padres están obligados a saber todo sobre sus vidas para poder decir que son buenos padres, no me miran a mí sino a ellos y en su mirada hay una clara amenaza ante la cual los padres muestran un temor inocultable.

¿Cuándo y por qué se perdió la autoridad en el hogar?, ¿desde cuándo los niños y los adolescentes mandan en casa?, ¿por qué una niña (o) usa las pantallas la cantidad de tiempo que le parece?, ¿con quién chatea un adolescente a las dos de la madrugada?, ¿cuántos padres revisan el celular de sus hijos?, ¿conocen la cantidad de programas de todo tipo que hay en celulares, computadores, tabletas a las cuales tienen acceso sus hijos?

La última pregunta que les hago los desconcierta por completo: ¿cuál es el problema en quitarles el celular por una semana, un mes o para siempre dependiendo de la falta? Los menores me miran con odio o me recuerdan a mi progenitora y los padres quisieran desaparecer del consultorio arrepentidos de haber asistido a una consulta tan incómoda.

Es interesante que un aparato electrónico de este tipo sea capaz de desnudar la realidad de la autoridad en los hogares, una inversión de valores en la que los hijos son unos tiranos y los padres una especie de sometidos a estas dictaduras que sólo se resuelven cuando los padres sean capaces de decir “Porque lo digo yo que soy la mamá, porque lo digo yo que soy el papá, y la autoridad no se discute. Punto”. Pero falta pasar por un proceso de bastantes sesiones de terapia de familia para llegar a ese nivel tan necesario.

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