Estoy en Ovejas reunido en el templo parroquial con la comunidad católica de este bello municipio. Su párroco, José María Pacheco, me ha invitado a compartir con ellos una enseñanza del Evangelio. Me emociono porque, aunque ya no ejerzo el ministerio presbiteral, disfruto reflexionar el Evangelio y exponer a los hermanos lo que voy aprendiendo de él.
Leo Lucas 15,11-32, la parábola del Padre Misericordioso, y busco en ella las razones del porqué el hijo menor vuelve a la casa del Padre, de la que libremente se había ido. Algunos centran la reflexión en todas las penurias que está pasando luego de malgastar la herencia recibida, y es evidente que esta es una razón supremamente fuerte. Pero me quedo con otras ideas que creo te pueden servir a ti en tu búsqueda de bienestar y felicidad.
Me gusta la expresión del inicio del versículo 17, eis heautón en griego, que podríamos traducir como “entrando en sí mismo”; tiene el sentido de introspección o de recogerse hacia la profundidad de la propia alma. Me gusta porque creo que aquí hay una de las razones para su vuelta al Padre. Este hombre, que busca libertad, que quiere placer y que no le importa invertir todo lo que tiene para alcanzarlo, tiene una vida interior. Sin vida interior no hay bienestar integral. No importa que seas ateo o agnóstico: para ser feliz es necesario propiciar, con el cultivo de tu interioridad, ese momento de toma de conciencia de tu realidad, reconocer tu condición y abrirte a un cambio. Mi experiencia espiritual siempre ha sido religiosa, pero tengo claro que la espiritualidad no se reduce a ella: esa conexión con lo mejor de nosotros mismos, de trascender hacia el absoluto, es posible y necesaria, aún lejos de los linderos de la religión. ¿Cómo está tu espiritualidad? ¿Cuál es tu vida interior? Allí, en esa dimensión, encuentras las razones más profundas para hacer los cambios que requieres o para afianzarte en las decisiones que has tomado.
Y la toma de conciencia del hijo menor es que los asalariados de su Padre viven en abundancia (perisseúusin árton). Tal vez nos ha hecho falta gritar esto: en Dios se es feliz, se vive en bienestar, se goza la vida porque Él nos quiere felices (Lucas 12,32). Hemos vuelto tan triste, tan aburrida, tan desabrida la experiencia religiosa que no motiva a nadie a volver al Padre. Creo que tenemos que insistir en que con Él vivimos a plenitud y tenemos la dicha de gozarnos lo que somos y hacemos sin destruirnos. Sí, Dios nos quiere felices.
Los ojos abiertos y emocionados de los que me escuchan me hacen creer que ese mensaje les mueve por dentro y los anima, y por eso decidí compartirlo contigo amigo lector.
@Plinero