Volví a mi barrio de la infancia en Santa Marta. Pero ya no estaba. Nada era como lo recordaba. Las casas no tenían la misma dimensión que en mi mente. Había un edificio donde antes estaba una casa familiar. No había niños en las calles jugando. Me detuve frente a la casa en la que crecí y tampoco era la misma. Me fui rápido. Prefiero quedarme con los recuerdos que tengo.
Eso me hizo pensar en cómo la memoria idealiza el pasado para darnos seguridad en el presente. Recordamos las cosas no como fueron, sino como nos conviene, para justificar nuestras emociones y pensamientos de hoy. Ya sea para reafirmar el amor que sentimos por algunas personas o lugares, o para sostener nuestros rechazos o malos sentimientos ante otros.
Soy nostálgico. Me gusta nadar en esas olas del mar del ayer. Siento placer al recordar las situaciones que me marcaron, al volver a escuchar las voces de los seres que más he amado, al gozar de las emociones de aquellos pequeños descubrimientos que en su momento creía que eran lo más maravilloso que podía sostener. Pero sé que ese viaje al ayer no puede convertirse en una excusa para perderme el presente, porque la felicidad está en el hoy.
Cuando viajo al ayer es para animarme y fortalecer mis decisiones de hoy. Tengo la certeza de que algún día lo que estoy viviendo ahora será pasado, y quiero que, al recordarlo, me provoque las mejores emociones. En el pasado están mis raíces y muchas explicaciones de lo que soy, pero en el futuro están las consecuencias de lo que hago hoy. Ser consciente de eso me compromete a actuar con la sabiduría de elegir lo que está alineado con mi propósito de vida, cuidar las relaciones con las personas valiosas e importantes para mí, y tratar de dar mi mejor versión, de tal manera que sienta que voy creciendo y no estoy atrapado en el bucle que mis errores podrían generar.
En esa visita al barrio me encontré con una vecina, Anita Ramírez, a quien tuve, de nuevo, la oportunidad de agradecerle sus palabras, sus estímulos para que escribiera y contara historias. Ella escuchaba mis relatos fantásticos y me hacía preguntas que me ayudaban a desarrollarlos. Le di un abrazo, un beso, y le agradecí. Porque creo que una de las características más importantes de un buen ser humano es ser agradecido. Todos los días le pido a Dios que no permita que mi ego se alimente de la creencia de que todo lo he logrado por lo que soy, y que siempre aprenda a valorar la generosidad de quienes han estado en mi vida. Revisa tu pasado, agradécelo y deja que te impulse a vivir con conciencia tu presente, que es el tiempo más importante.
@Plinero