«¿Su hija fue concebida en la cárcel?». Esa fue una de las insulsas preguntas compartidas por la periodista española Eva Rey a través de las redes sociales para promocionar la entrevista que le hizo a Emilio Tapia, hombre célebre por las múltiples maniobras corruptas que él mismo ha aceptado para reducir sus penas con la justicia. Que se entreviste a un personaje de nefasto prontuario como Tapia no es lo malo. Lo realmente vergonzoso y equivocado es la forma en que lo hizo Rey: entre risas y con una liviandad que el entrevistado desmerece… Como queriendo banalizar la podredumbre que la corrupción encarna.

Un Emilio Tapia risueño junto a su esposa, la representante a la Cámara Saray Robayo, aparece en los promocionales de Desnúdate con Eva, como si se tratara de una pareja de moda que, en el ligero mundo del entretenimiento, habla sobre su vida íntima durante el tiempo en que él estuvo recluido en la Penitenciaría de El Bosque, en Barranquilla. Las escenas rayan en lo ridículo, no solo porque luzcan ridículos sus protagonistas, sino más bien porque la periodista está desenfocada, ha perdido el norte al olvidar o ignorar —cual desentendida novata— lo que representa el quién que tiene en frente.

La periodista que siempre tiende a evocar la sexualidad en todas sus entrevistas ya se excusó, reconoció su equivocación al escoger al personaje en cuestión, eliminó todos los videos referentes a esa conversación, e incluso decidió no publicar la entrevista completa. Pero nada de eso será suficiente para resarcir el error, mientras en Colombia sigamos abrazando la cultura del aplauso a todo aquel que roba, ultraja y desangra a la patria.

Ya es hora de quitarles peso a las representaciones audiovisuales de Escobar y de tantos otros narcos que han desdibujado en la pantalla el rostro atroz del crimen para otorgarles a sujetos espantosos calidad de graciosos. Y desde el periodismo, un oficio que requiere de tanta seriedad como sea posible, presentar propuestas que pretendan “hacer contenido que guste y que sea diferente” —como ha dicho Eva Rey que es su intención— implica conocer y entender el contexto lo suficiente como para no restarle rigor a todo lo que lo amerite.

De los setenta mil millones del caso de corrupción de Centros Poblados o del carrusel de la contratación en el que Emilio Tapia fue también protagonista no puede olvidarse Colombia. Menos si somos periodistas que ejercemos el oficio en esta república donde idolatrar a los corruptos resulta más fácil que enjuiciarlos. No fueron los entrevistados, sino la entrevistadora quien terminó desnudándose. El desnudo de Eva fue dejar ver su ánimo de vender muy por encima de su compromiso con informar.

@catalinarojano