¿Es lo que imaginamos o soñamos tan real como la propia realidad? Esta pregunta permanece latente en La luz que imaginamos, el primer largometraje de la directora Payal Kapadia, quien da el salto de lo documental a la ficción manteniendo la misma sensibilidad y profundidad que caracteriza su mirada.
La historia se centra en tres mujeres que viven en Bombay y luchan por abrirse paso en una ciudad tan vibrante como indiferente, incluso si eso implica recurrir a la imaginación. Como en toda gran metrópolis, Bombay es un mosaico de personas provenientes de distintos lugares, con sus costumbres, idiomas y contradicciones, donde en medio de la multitud, persiste una profunda soledad.
Prabha (Kani Kusruti), una enfermera en un hospital público, se presenta como una figura reservada. Aunque sus compañeras la invitan a socializar, saben que ella no aceptará. Pronto descubrimos que está anclada a un matrimonio arreglado con un hombre que emigró a Alemania y del que no ha tenido noticias en mucho tiempo. Solo una olla que recibe como regalo —y que abraza con melancolía— da cuenta de su nostalgia y desconcierto.
Anu (Divya Prabha), su compañera de piso, mantiene una relación amorosa en secreto con su novio musulmán, Shiaz (Hridhu Haroon). Pese a las miradas de desaprobación, Anu persiste en seguir sus deseos, desafiando las normas sociales que intentan trazar su destino.
La tercera mujer es Parvaty (Chhaya Kadam), cocinera del hospital, quien enfrenta el desalojo del apartamento donde ha vivido gran parte de su vida. Sin documentos que respalden su derecho a la vivienda, su lucha parece inútil. Prabha intenta ayudarla, pero se topan con un sistema que margina y silencia.
Prabha mantiene además una relación ambigua con el Dr. Manoj (Azees Nedumangad), un vínculo que no se concreta del todo porque ella aún se siente ligada a ese pasado que no termina de soltar.
Las vidas de estas tres mujeres están marcadas por restricciones religiosas, familiares y morales, pero cada una encuentra una forma, a veces silenciosa, de resistir. Lo cotidiano, lo íntimo y lo imaginado se entrelazan en una narrativa que se mueve entre la vigilia y el sueño.
La cámara de Ranabir Das capta con maestría el pulso de una ciudad en constante transformación. Las luces de las obras en construcción, las sábanas blancas del hospital, los trenes abarrotados, los reflejos en el agua y la lectura de un poema bajo la lluvia tejen una atmósfera poética y sensorial.
La luz que imaginamos es una obra sobre la espera, la pérdida y la posibilidad de imaginar un futuro diferente. En tiempos donde la realidad se impone con dureza, Kapadia nos recuerda que soñar también es una forma de resistencia.
@GiselaSavdie