El problema tal vez más acentuado de la democracia colombiana es que derecha e izquierda son renuentes a aceptar la diversidad. Se detestan visceralmente. La derecha no soporta que la izquierda haya ganado la presidencia de la República y la izquierda no admite que hay una derecha que podría volver al poder presidencial. O endosarle su fuerza electoral a una opción que le parezca más digerible que la izquierda.

La izquierda hoy en el poder tiene un delirio que resalto: cree que el obstáculo para obtener la favorabilidad mayoritaria de la opinión pública son los medios de comunicación. Como si estos hubiesen fabricado los escándalos de corrupción de este Gobierno.

La polarización ha afectado el relacionamiento del Gobierno nacional con los gobiernos locales. Con Iván Duque hubo expresiones excluyentes y sesgos presupuestales con gobiernos territoriales no afines. Con Gustavo Petro esto escaló con la implicación de que no solo recorta el ámbito de ejecución de alcaldes y gobernadores, sino que lesiona directa y principalmente a los ciudadanos.

La moderación es un principio fundamental en una sociedad democrática, pues permite que podamos discutir en diversidad sin insultarnos, sin vulgarizarnos, sin perseguirnos, sin excluirnos y, sobre todo, sin matarnos. Los autoritarismos de derecha e izquierda, barnizados de democracia, irrespetan este principio.

El desafío colombiano es hacer un pacto nacional que logre edificar la democracia sobre los firmes pilares de la tolerancia, pues sumirnos en una polarización violenta podría arrastrarnos a un escenario de anocracia. De hecho, no es cierta la fábula de que somos una de las democracias ejemplares de América.

¿Por qué, por ejemplo, la resistencia a la consulta popular si es un mecanismo democrático de la Constitución de 1991? Porque con el predicamento de proteger unos válidos derechos de la clase trabajadora se está desconociendo la separación de poderes y la autonomía del poder legislativo, algunos de cuyos miembros fueron obscenamente enmermelados con plata de la UNGRD para conseguir el apoyo a las reformas sociales. Se dirá que el Congreso ha obstruido las reformas. Lo real es que el Ejecutivo y el Legislativo no han logrado construir consensos por la vía de lo que Álvaro Gómez llamó el ‘acuerdo sobre lo fundamental’.

Estamos atrapados en los sectarismos descalificadores de “mamertos” y “uribestias”. Ojalá el pistoletazo criminal contra Miguel Uribe Turbay sirva para que entendamos que la polarización brutal es un abismo que podría devolvernos a las peores páginas de la historia nacional ya recorridas con sangre, dolor y muerte.

@HoracioBrieva