El idilio duró poco. La relación entre Donald Trump y Elon Musk, que arrancó como un huracán político imparable, llegó a su punto de quiebre mucho antes de lo que se esperaba, y dejó destrucción a su paso, tanto en el seno del mismo partido republicano, como en los apoyos que el propio presidente había sumado por cuenta de la estratégica alianza con el hombre más rico del mundo, quien prometió en su momento “poner a temblar al sistema” no más posicionarse en su cargo en el Departamento de Eficiencia Gubernamental.

Y sí, aunque muchos auguraban una ruptura –en algún punto– de la explosiva convergencia, nadie imaginó la violencia retórica con la que se desataría el caos, especialmente las revelaciones que Musk le esbozaría a su partner en la retoma y expansión del famoso MAGA (Make America Great Again), que por supuesto se ha visto tambaleando tras lo sucedido durante los últimos días.

Lo descollante no es siquiera la forma en que todo sucedió, sino la magnitud de las acusaciones que el magnate de la tecnología lanzó sobre quien ejerce como presidente número 47 de los Estados Unidos, y que reviven las dudas –que en su momento se habían difuminado– respecto a la participación del mandatario en el entramado pedófilo y criminal del fallecido multimillonario Jeffrey Epstein, así como también manifestó su rechazo a la política arancelaria y a la rebaja fiscal de Trump, ambas banderas “intocables” de su Gobierno. Para elevar la crispación, calificó de “abominación” la reforma impositiva, desatando la reacción del republicano, que llegó a tildar de “loco” a su otrora aliado.

De poco o nada ha servido la reculada de Musk días después; sus disculpas no calaron con la misma profundidad que sus acusaciones. En ese sentido, el mismo presidente desestimó en su momento las disculpas públicas que le ofreció el hombre más rico del mundo y, en cambio, optó por utilizar el poder político que tiene sobre él para disuadirlo de bajar el tono, pues así como se convirtió en el mayor donante de la campaña de reelección de Trump –con 257 millones de dólares– a su vez las empresas del multimillonario, especialmente Tesla y SpaceX, han recibido miles de millones de dólares en contratos federales en los últimos años, algo que el republicano supo aprovechar, amenazando con cancelar dichos acuerdos. De hecho, solo en 2023, 17 agencias federales prometieron a las empresas de Musk 3 mil millones de dólares en contratos federales.

En efecto, el magnate parece haberse dado cuenta –aunque muy tarde– que la disputa no desembocó como él quería, y que el impacto fue más allá de meras acusaciones en las redes sociales no solo por posibles consecuencias jurídicas o los recortes anunciados en represalia, sino porque Tesla experimentó una notable caída en la Bolsa de Nueva York durante los días álgidos del rifirrafe, pues sus acciones cayeron hasta un 14,26 %, lo que representa una pérdida de más de USD100.000 millones en la capitalización de mercado de la compañía.

En ese sentido, es muy posible que los golpes al bolsillo hayan sido los que ablandaran la posición de Musk, que a su vez se suman a los fallidos lanzamientos de los cohetes de SpaceX y el descalabro en la valorización de X, que pasó de los USD44.000 millones que pagó inicialmente a tan solo USD9.400 millones, según algunas estimaciones. Lo cual lo puso en una situación de desventaja frente a sus competidores, pero especialmente frente a la cabeza del Ejecutivo de Estados Unidos, al punto de querer zanjar la discordia con un escueto mensaje, también publicado en su red social X, en el que dice: “Fui demasiado lejos”.

Falta ver si las disculpas –que a regañadientas aceptó Trump– son suficientes para que el magnate recupere la confianza del mandatario, que ya le midió el aceite en este round. Pero más importante aún, si las inculpaciones que le espetó trascienden el plano digital o se convierten en el comienzo de un demoledor conflicto, que en este momento pareciera verse más como una frágil paz