Edgar Perea, el popular “negro”, cuando entregaba la alineación de los partidos del Junior de Barranquilla en los años 76 y 77 decía, “…y con el número 11, Juan Ramón, “la bruuuja” Verón”!. La semana pasada falleció a sus 81 años, y siempre será recordado por su calidad y liderazgo dentro y fuera de las canchas. Jugaba como puntero izquierdo, de esos que se pegaban a la raya lateral, manejaba una zurda prodigiosa con una pegada impresionante con la que conquistó y celebró muchos goles y títulos importantes. Fue símbolo e ídolo de Estudiantes de La Plata en Argentina, con quien logró ganar el título de liga en el año 67 y tres Copas Libertadores de forma consecutiva en los años 68, 69 y 70, al igual que una Copa Intercontinental de clubes con un gol suyo en el Old Trafford para derrotar al Manchester United en el 68.
Igualmente, en nuestro Junior de Barranquilla, como jugador y director técnico al mismo tiempo, nos dio la primera estrella en el fútbol profesional colombiano en el año 1977. Pero más allá de sus logros deportivos, Verón siempre fué un líder natural, destacándose por su humildad, compromiso e inspiración para sus compañeros de equipo, e inclusive para sus propios rivales, quienes siempre lo destacaron como un referente y un ejemplo para seguir.
Su liderazgo se caracterizó por ser una persona confiable, íntegra, siempre presente y de gran influencia con sus compañeros en el camerino, que contrastaba con la de grandes gestos, palabras de grueso calibre o choques malintencionados con sus rivales que vemos en el fútbol de hoy. También por su carácter, todos recordamos cuando de un codazo le rompieron la nariz y con sangre en la cara y en la camiseta siguió jugando como si nada en un partido en el Romelio Martínez. Asumió responsabilidades importantes en momentos de crisis, como cuando se encargó de la dirección técnica del Junior en el año 77 ante la intempestiva salida de su director técnico Jose Varacka ad portas de comenzar los partidos de las finales, en las que, liderando con el ejemplo, motivó y acompañó a sus demás compañeros a lograr la primera y anhelada estrella. Era un líder íntegro, que nunca trató de demostrar que era superior a nadie, sin arrogancia, escuchaba, aconsejaba y acompañaba. Su legado continuó con su hijo Juan Sebastián, quien vivió en Barranquilla con apenas 1 año de nacido y heredó en parte su talento, siendo protagonista en importantes clubes en el mundo y por supuesto con la selección argentina.
Su estilo de liderazgo es hoy en día más necesario que nunca, porque “la bruja” no sólo lideraba partidos, lideraba personas en la cancha y fuera de ellas.