La muerte de Juan Ramón Verón, la ‘Bruja’, entristeció a todos los que amamos el deporte más popular del planeta. Se fue un ídolo, un hombre que cambió la historia del fútbol mundial. Aquí en Barranquilla, su nombre no es uno más en la lista de estrellas argentinas que han vestido nuestra camiseta: es parte viva de la memoria colectiva, del capítulo en que, como hinchas del Junior, aprendimos que se podía jugar bonito y ser campeones.
Recuerdo que cuando llegó en 1976, algunos comentaristas deportivos aseguraban que la ‘Bruja’ venía de salida. Bastaron un par de partidos en el Romelio Martínez para que les callara la boca con su fútbol de entrega y creación. Verón no alardeaba: jugaba. Con su zurda magistral, su visión periférica y una inteligencia táctica poco común para la época, pronto se convirtió en el alma de un Junior que volvía a ilusionarse con alcanzar, por fin, algo grande: un campeonato.
El título de 1977, el primero en nuestra historia, no fue producto del azar. Junior ya había tenido grandes figuras, Efraín ‘Caimán’ Sánchez, Garrincha, Quarentinha, Dida, Víctor Ephanor, entre otros, que hacían soñar, pero que nunca lograron concretar ese anhelo. Con José Varacka en el banquillo y Verón en la cancha ese sueño nuevamente empezó a tomar forma. Pero entonces ocurrió lo que muchos sentimos como un presagio de otra decepción: Varacka renunció en plena campaña, y la ‘Bruja’ asumió la doble tarea de dirigir y jugar.
Ese equipo tenía nombres que aún hoy emocionan: Juan Carlos Delménico en el arco; Dulio Miranda, Rafael Reyes, Óscar Bolaño y el ‘Toto’ Rubio en defensa; Gabriel Berdugo, Julio Comesaña, Eduardo Solari y Alfredo Arango en la mitad; y en ataque, el genio de Verón, junto a Valenciano y Lorea. Cada uno de ellos combinaba oficio, talento y carácter. Pero, sobre todo, compartían una convicción inquebrantable.
Con el paso de los partidos, quedó claro que Verón no se escondía, no pedía tiempo, no culpaba a los árbitros ni a los periodistas. En plena crisis hizo lo que hacen los verdaderos líderes: asumió el compromiso, se rebeló contra la historia y nos condujo a la tan esperada primera estrella. Para él, conquistar causas esquivas no era una rareza; ya lo había logrado con los ‘pincharratas’ de Estudiantes de La Plata, cuando levantaron tres Copas Libertadores consecutivas.
Recuerdo con nitidez aquellas tardes en el Romelio, acompañado de mi tío Julio Padaui, quien venía fielmente desde Cartagena para cumplir la cita dominical con nuestra pasión: el Junior. El estadio se transformaba en una caldera, donde el ‘corito celestial’ hacía temblar hasta los banderines. Las largas filas, el desorden en las tribunas, las columnas de occidental que impedían ver el campo completo... todo se olvidaba cuando ese equipo, el de Verón, entraba en acción.
Gracias, ‘Bruja’, por habernos regalado tu fútbol, tu liderazgo y tu calidad humana. Por mostrarnos que sí era posible jugar bien y ganar, y que en el fútbol, como en la vida, el liderazgo serio y honesto, al frente de un grupo talentoso, casi siempre conduce al éxito. Nos dejaste una estrella en el escudo y otra en nuestra memoria.
PD: Pensando con el deseo, levantar una nueva estrella sería el mejor homenaje que este equipo puede hacerle a quien nos enseñó a ganar campeonatos.
@hmbaquero
hmbaquero@gmail.com