La temporada de lluvias de 2025 ya causa estragos en el Caribe colombiano. Municipios como San Marcos, Majagual y Ayapel, ubicados en la región de La Mojana —zona rica en biodiversidad, pero golpeada históricamente por inundaciones y abandono estatal— están nuevamente bajo el agua. Más de 50.000 personas resultan afectadas por los desbordamientos del río Cauca.

Pese al anuncio de un plan de reordenamiento hidráulico por 1,5 billones de pesos en 2022, los avances al 2025 son escasos. Los diques colapsan cada temporada invernal, las escuelas apenas funcionan, los cultivos se pierden, las vías permanecen intransitables durante meses, y la población, sin alternativas reales, se ve obligada a desplazarse o a resistir en condiciones precarias.

La crisis de La Mojana no es nueva. Desde 2010, cuando se rompió el dique en Cara de Gato, la región vive una emergencia casi permanente. Cada intento de solución ha sido parcial o ha fracasado por falta de continuidad, corrupción o diseños que ignoran la dinámica natural del territorio. A esto se suma la pérdida de cobertura vegetal y el deterioro de los caños y ciénagas, lo que reduce la capacidad de absorción y regulación del agua. El abandono estatal y el mal manejo ambiental han convertido a La Mojana en una zona de sacrificio.

Esta situación evidencia la vulnerabilidad estructural del país ante el cambio climático. El calentamiento global intensifica inundaciones y sequías, atrapando a miles de familia entre el agua y afectando especialmente a las regiones más frágiles. Se requiere una inversión urgente en infraestructura climáticamente inteligente, fortalecimiento de capacidades locales y garantizar que las comunidades sean protagonistas en el diseño e implementación de las soluciones.

Recuperar integralmente La Mojana generaría beneficios sociales, económicos y ambientales. Proteger a más de 400.000 habitantes, recuperar la productividad agropecuaria y pesquera, y conservar uno de los sistemas hídricos más importantes del país tendría impactos de largo plazo. La Mojana puede convertirse en un modelo exitoso de adaptación al cambio climático, y no emblema de tragedia.

Además de los diques y canales de regulación, se requieren soluciones basadas en la naturaleza: restaurar humedales y manglares, desarrollar sistemas de alerta temprana, promover seguros agroclimáticos y modelos adaptados a suelos húmedos. El Caribe necesita inversiones que reconozcan su ecosistema y su cultura, integrando ciencia, conocimiento local y planificación a largo plazo. La Mojana nos recuerda que el cambio climático ya está aquí, y no da espera.

*Directora Ejecutiva de Fundesarrollo