Estamos en un tiempo bastante complejo, en el cual, día tras día, se reportan noticias dolorosas y atroces, donde el protagonista - muchas veces - es el machismo primitivo, no nos reparamos de un feminicidio, para enfrentar violaciones de niños y niñas en un centro de protección y así sucesivamente, un caso es más complejo que el otro y surgen noticias aberrantes, que extralimitan toda ficción, definitivamente, nuestra realidad supera cualquier ocurrencia.
Sí, somos el país donde un feminicida desde la prisión anuncia que tendrá un canal en redes sociales para promover lo linda que fue su relación con la mujer que mató y que, además, llama una situación desafortunada, es decir, para el haber matado a su esposa, es una “situación desafortunada”, el descaro del machismo y la locura no tiene límites. Que personajes con los que nos toca – sobrevivir -
Somos el país en el que a un viejo retrogrado le abren micrófonos y se le amplifica su mensaje patriarcal y absolutamente cosificador de las capacidades de las mujeres, cuando afirma que “Ellas no nacieron para jugar futbol, que vayan a jugar tenis” ese mismo que en lugar de ocuparse de la violencia que se presenta en el estadio del equipo que dirige y en mil cosas más, juega a ser el diosito que puede definir, que cosas pueden o no hacer las mujeres.
Colombia, la patria boba en la cual, unos feligreses defienden a un “pastor” violador, argumentando que fue un mal momento y que estaba – endemoniado – pero que él no es un violador, hasta donde llega el sometimiento a las normalizaciones de las violencias, al pendejismo social – colectivo, realmente habitamos el país del Machismo Inmagico, del Macondo violento, de la estupidez sin límites.
País donde una mujer valiente y poderosa como Jineth Bedoya tiene que decirle al sistema judicial (fallido) que ya no va a esperar más, que han sido suficientes los 25 años de impunidad, revictimización y abuso del Estado y de sus instituciones de justicia – que actúan injustamente, que renuncia a esperar justicia. Qué vergüenza con ella y con todas las víctimas, que son doblemente vulneradas.
Suelo tricolor donde una mujer trans es asesinada de manera bestial mientras otros grababan en sus celulares el momento, como si fuera, algo natural asesinar personas como show mediático.
Es momento de activar el derecho a la indignación proactiva, a la que proponga cambios reales, a la que no se resigne a mandatos patriarcales que insisten en definir el proyecto de vida de las mujeres, que no sanan su relación con el cuerpo de los niños y las niñas y por eso les violan y suponen que ellos, que asesinan a las mujeres porque deciden terminar una relación, es inaudito desde todo punto de vista que los niños y las niñas sean víctimas de un pedófilo que estaba encargado de cuidarlos en un centro de atención a la infancia, realmente el sistema de bienestar familiar le está fallando a su bien mayor, a su razón de existir, a la infancia.
Como me duele Colombia, como me duele la impunidad protectora de los victimarios, la justicia impartida de acuerdo al poder que tengan las partes involucradas, de una infancia desamparada y de mujeres que viven con miedo, porque el machismo y sus formas patológicas y desbordadas de operar las tienen entre incertidumbres y riesgos de ser asesinadas, violentadas y constreñidas.
Quizás a quienes me leen semanalmente les sorprenderá esta narrativa desgarrada, cuando siempre guardo esperanzas y optimismo, sin embargo, hoy escribo desde el dolor profundo de ver a un país que normaliza violencias, machismos, opresiones con argumentos necios de que hay que guardar “Equilibrios” entre géneros y haciendo un llamado a que las mujeres sigan escondidas en sus hogares, sin invadir las amplias autopistas de oportunidades masculinas y no me interesa ser llamada – feminazi o exagerada – por lo que digo en esta columna, ya estoy acostumbrada a insultos rancios de mentes primitivas que creen tener la verdad absoluta (en todo) y pretenden acomodar la vida ajena bajo la medida de sus criterios ortodoxos y deshumanizantes.
Basta de narrativas asolapadas que se disfrazan de ovejitas pro-mujeres, pro-equidad, pro-derechos y lo que son en realidad, son lobos peligrosos que devoran lo que no se les parece y lo que no cumplen con sus mandatos ilegítimos y opresores.
Despertemos, que la indignación transformadora se active, ya es hora.