Colombia acaba de ser admitida en la OCDE, después de pasar el examen de los 23 comités que sirven de filtro para el ingreso de nuevos miembros. Colombia se convierte en el socio número 37 y en el tercer país Latinoamericano de este club de buenas prácticas que tiene como propósito fundamental “compartir experiencias y buscar soluciones a problemas comunes”. Como lo afirma el profesor de la Universidad Eafit, Oscar Eduardo Medina, su membresía en la OCDE se convierte en “un elemento de presión para que Colombia empiece a tener otros estándares” más exigentes para sus políticas públicas.
Colombia se convierte en el socio número 37 y en el tercer país Latinoamericano, junto con México y Chile, de este club de buenas prácticas fundado en 1961, que tiene como propósito fundamental “compartir experiencias y buscar soluciones a problemas comunes”. Como lo afirma el profesor Oscar Eduardo Medina su membresía a la OCDE se convierte en “un elemento de presión para que Colombia empiece a tener otros estándares” más exigentes para sus políticas públicas.
Al dar su espaldarazo a la gestión adelantada por el Gobierno tendiente a acceder a la OCDE, la ANDI y la Cámara de Comercio de EEUU manifestaron en una Declaración al término de su reunión en Washington, que ello contribuye a “elevar los estándares, mejora las políticas públicas y fortalece las mejores prácticas en Colombia, atrayendo mayor inversión a la economía por tener un ambiente más transparente y estable”.
En una primera reacción, el presidente Santos dijo que con este paso que se acaba de dar estaremos “comparándonos con los mejores para ser mejores”. Y no le falta razón en ello. Como lo afirmó William Thomson Kelvin “lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”. Este es el mayor mérito de hacer parte de este club tan exclusivo: nos vamos a someter a unos parámetros supremamente exigentes.
No obstante, es preciso entender que ingresar a la OCDE por parte de Colombia es, a la vez, un punto de llegada y un punto de partida, pues de ahora en adelante le tocará emular con los demás países miembros de la misma, para estar a la altura de sus estándares, los cuales le servirán de baremo retador. El listón para las políticas públicas y la gobernanza, en todos los ordenes (económico, social, laboral y ambiental, especialmente), estará ahora mucho más alto, lo cual nos obliga salir de la zona de confort en que por décadas enteras se ha mantenido la economía colombiana.
Esta será la mejor carta de presentación de Colombia ante el resto del mundo, que empezará a mirarnos con otros ojos, nuestra exposición será mayor porque nos tendrán en el radar, pero al mismo tiempo seremos objeto de un riguroso y continuo monitoreo por parte de los organismos multilaterales y, desde luego, por parte de las firmas calificadoras de riesgo.
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