En la mañana de este viernes 7 de diciembre, en la plazoleta del Palacio de Justicia, la Corte Suprema rindió homenaje a las víctimas de la toma y retoma de este recinto, ocurrido el 6 y el 7 de noviembre de 1985.
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Al evento, que conmemora uno de los hechos más dolorosos en la historia del país, asistieron la magistratura y altos cargos dignatarios del Estado.
El acto estuvo presidido por el magistrado Octavio Augusto Tejeiro Duque, presidente de la Corte Suprema, así como Jorge Enrique Ibáñez Najar, de la Corte Constitucional; Luis Alberto Álvarez Parra, del Consejo de Estado; Jorge Enrique Vallejo Jaramillo, del Consejo Superior de la Judicatura, y Mauricio Fernando Rodríguez Tamayo, de la Comisión Nacional de Disciplina Judicial.
Durante la jornada, Gabriel Eliécer Andrade Sulbarán, hijo del magistrado auxiliar Julio César Andrade Andrade, desaparecido durante el hecho de noviembre de 1985, apuntó: “Hoy no voy a redundar en lo que ya hemos escuchado durante 40 años, han sido 40 duros años, particularmente para quienes la tragedia les tocó dos veces a la puerta de la casa. Una vez era un muerto y luego de unos años un desaparecido”.
Agregó: “Quiero aprovechar la oportunidad para traer los nombres de los cuatro magistrados auxiliares, quienes, por alguna razón, su mención ha sido muy esporádica, a pesar de que su presencia era tan notable, como desde el más modesto hasta el más encumbrado de los servidores que había en el Palacio de Justicia: el doctor Echeverría, el magistrado auxiliar Carlos Horacio Durán y mi papá Julio César Andrade Andrade”.

Por otro lado, Mauricio Tamayo, presidente de la Comisión Nacional de Disciplina Judicial, se refirió a la independencia que debe tener la justicia en el país y el rechazo a que se ataque a la misma.
“Hoy nos encontramos recordando el mayor ataque a la justicia en nuestro país. El Palacio de Justicia fue tomado por el grupo guerrillero M-19, seguido de la respuesta desproporcionada del Estado, incluyendo el uso de armamentos y explosivos, el silenciamiento a los medios de comunicación y la decisión del gobierno de no negociar”, aseveró Tamayo.
Añadió: “Cerca de un centenar de personas perdieron la vida y de al menos 11 aún se desconoce su paradero. La tragedia del Palacio de Justicia es una tragedia para las instituciones, pero también para las personas, y hoy quiero centrar estas breves palabras en rendir homenaje a las víctimas”.
Asimismo, Jorge Enrique Vallejo, del Consejo Superior de la Judicatura, durante su discurso habló de concentrarse en la justicia para conseguir la verdad y la paz.
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“Esta semana, entre muchas e impactantes intervenciones de víctimas, escuché al hijo de un profesor y honorable magistrado que fue inmolado en el Palacio de Justicia. Decía ese ilustre jurista que desde hace 40 años está indagando, aportando, debatiendo y cuestionando, y que según las corrientes políticas del momento se da mayor o menor visibilidad a sus reclamos. Pero él persiste en ellos como un imperativo moral”, dijo Vallejo.
El magistrado recordó las palabras de ese hijo, en respuesta a alguien que le pidió “pasar la página” y perdonar.
“Fue entonces cuando aquel jurista lanzó una pregunta que me parece esencial: ¿cómo, a quién perdonar si se desconoce la verdad? Peor aún si se romantiza el ataque y se evade la responsabilidad, porque el grupo subversivo no fue objeto de fallos judiciales debido a sendas amnistías que neutralizaron resoluciones de acusación en curso, mientras que, por otro lado, se avanzó en la asignación de culpabilidad al Estado y sus agentes”.
“Creo que todos los acá presentes reconocemos la profundidad de aquella reflexión del colega, pero los invito a preguntarnos: ¿qué piensa la Colombia de hoy?, ¿qué piensan los menores de 40 años?, ¿acaso el holocausto interesa a las generaciones de la era digital? ¿Será que los colombianos nos solazamos en hurgar nuestras heridas, removerlas para evitar que sanen e increparnos por odios viscerales?”, reflexionó Vallejo.

Vallejo, de igual forma, fue enfático en decir que el ataque del M-19 no puede presentarse como algo heroico, pero también que debe reconocerse que la respuesta del Estado fue igualmente desmedida.














