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Para la celebración de uno de mis cumpleaños, mis papás me regalaron ir en Peregrinación a ver al Papa Francisco y tener la oportunidad de estar en la Eucaristía presidida por él. Pudo verlo, tan cerca como Dios ya lo tenía dispuesto.

En medio de la Eucaristía, hubo un momento que permanece grabado en mí y fue justo cuando el Papa Francisco nos dijo a todos los asistentes: “Los invito a cerrar los ojos. Piensen en las personas que más quieren. Ahora, piensen en las personas que más los han hecho sufrir”. Se produjo un profundo silencio. Y el Papa Francisco continuó diciendo: “Oren por todos. Por las personas que más felices los han hecho y también por las personas que más dolor nos han causado”. El silencio continuó. Sin duda, era impactante lo que nos estaba pidiendo hacer y sin pensarlo a mí me estaba preparando para lo que vendría después, un cambio en mi vida marcado por un duro proceso tan difícil de comprender pero que Dios conoce a detalle, convirtiéndose en mi compañero fiel.

Yo no puedo hablar de otro Pontificado porque hasta el momento el de su Santidad Francisco es el que he vivido y sentido de cerca.

El 26 de abril de este año, estando a millas de distancia, me desperté en la madrugada, hora de Colombia, para ver tu despedida. Recibiste todos los honores que merecías y tu bondad se vio reflejada en cada momento de los actos que se hicieron.

Fuiste definido como un Pastor que cuidó a sus ovejas hasta dar la vida por ellas.

Fuiste el Papa que nos acercó a todos a la Iglesia sin ninguna distinción. Él mismo que se atrevió a decir lo que muchos callaron por años. El que tuvo el coraje de pedir perdón por lo que no había hecho. El que mostró la realidad del mundo tal y como es.

Quien nos motivó a mirar y patear siempre hacia adelante y nos dijo que un fracaso no era el final de nada porque se puede empezar de nuevo una y millones de veces más Quien nos recordó que para Dios todos somos importantes y necesarios.

Bien lo dijo Sergio Rubin, argentino al igual que el Papa Francisco, y uno de sus biógrafos. El papa Francisco no le hablaba a la Iglesia en general. Lo hacía de manera directa a cada uno. De una forma especial, entendiendo nuestras diferencias como individuos, pero a la vez sabiendo que con esa misma individualidad que nos caracteriza a los seres humanos, juntos formamos la comunidad que habita este planeta.

¿Sabes? Me permití llorar tu partida. Aunque sé que no te gustaban las lágrimas porque preferías ver risas y no perder el buen sentido del humor. Pero, lo que sucede es que debo reconocer que yo no estaba preparada para que te fueras tan pronto. Yo creía que siempre estarías y todos estos días me he preguntado ¿Por qué te fuiste justo en el año del Jubileo? ¿Por qué fuiste quien abrió la Puerta Santa, que se abre cada 25 años y no serías tú quien la vuelva a cerrar? Y mi corazón ha encontrado la respuesta: No podías cerrarla porque eres la forma que Dios usó para decirnos que la esperanza es infinita. Gracias a Dios por permitirme conocerte. Por llevarme a verte y a escucharte. Gracias a Dios por tu existencia y por ayudarme a cambiar mi vida a través de tu sola presencia.

Entendiste que la sociedad requería ver la importancia de la mujer. Nos volviste a dar valor. Le dijiste al mundo que estamos preparadas para ser parte del escenario en el cual tengamos el deseo de mostrar nuestras capacidades. Escuchabas atentamente los consejos de las mujeres. Siempre dijiste que veíamos todo con otros ojos. Que tenemos una visión distinta. Y tu mensaje hacia las mujeres lo dejaste claro para siempre en el mundo, por eso decidiste descansar en la Basílica de Santa María, la Mayor, al lado de la Virgen, prueba de tu devoción y amor y hacia ella y la forma en la que nos demuestras a todos que no estamos huérfanos porque la Virgen María, nuestra madre nos acompañará en todo momento y en casa paso que demos.

Los Latinoamericanos tendremos por toda la existencia el honor de decirle al mundo que el primer Papa de nuestro Continente fue el mismo que ha dejado una huella imborrable y un legado inmenso y maravilloso. Argentino, amante del fútbol, inteligente, sabio, amoroso. El primer Papa Jesuitas, y mi mamá estudio en la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Jesuita de Colombia. Tantas coincidencias para conectar sólo pueden venir de Dios.

Francisco, el Papa al que los periodistas le agradecen que nunca les negó una entrevista, hablándoles con la verdad. El Papa que vino a Colombia en un momento crucial de nuestra historia y que nos invitó a abrir nuestros corazones.

El Cielo tuvo un brillo único mientras llegabas a tu reposo y para mí es el mensaje que Dios nos enviaba para decirnos que ya se habían visto cara a cara.

No hubo un instante que no nos pidieras una oración por ti. Ahora somos todos los que te pedimos que no dejes de hablarle de nosotros a Dios y a la vez, nos corresponde orar para que tu Sucesor sea elegido mediante el discernimiento y la luz que provienen directamente del Espíritu Santo y que sea una persona que tenga la humildad para continuar el norte que trazaste para la Iglesia Católica para que no deje de ser cercana y no se vuelva a “paradigmas conservadores injustificados”.

No te voy a decir adiós ni ahora, ni nunca porque tengo la tranquilidad de comprender que nunca te irás porque eres Eterno. Y sé que Dios me llevará a visitar la Basílica de Santa María, la Mayor. Me llevará como peregrina. ¿Cuándo? No lo sé. Pero lo hará. Y también sé que un día escribiré sobre la noticia de tu camino hacia la Santidad porque para mí eres un Santo que incluso en vida logró grandes milagros. Y yo con el respaldo de Dios en mis palabras y con la fe más profunda, contaré la historia de tu canonización.

Gracias por ser misionero y tener el mundo en la cabeza y los pies en la tierra. Te prometo que cuando en mi rostro se refleje una sonrisa, pensaré en ti.

María Leonor Sierra Almanza.

Especialista en Derecho Público.

Especialista en Comunicación Pública.

Magister en Derecho Público.