
La lucha del pueblo Mokaná, un grito de territorio y cultura
Sitios sagrados, tradición oral y cosmogonía son tres frentes de resistencia de esta etnia indígena presente en el Atlántico. Hoy es el Día de los Pueblos Indígenas.
El sol calienta y del asfalto emana casi que vapor. Tubará, municipio del departamento del Atlántico, deleita a sus visitantes no solo con sus paisajes, sino con la amabilidad que brindan sus habitantes a propios y visitantes.
Casas en cemento y pintadas de colores vivos intercalan con viviendas tradicionales hechas de barro, arcilla y madera que se protegen con techo de palma. “Aquí vive un Mokaná”, se identifica.
“Estamos en nuestro territorio y en una lucha constante por mantener vivas nuestras tradiciones”, afirma Digno Dantiago, gobernador de la comunidad indígena Mokaná que habita en Tubará, la más grande en el departamento de Atlántico con aproximadamente unos 5.700 personas, según la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).
El Atlántico cuenta con 33 mil indígenas reconocidos como Mokaná, asentados en siete municipios: Galapa, Malambo, Baranoa, Tubará, Puerto Colombia, Usiacurí y Piojó, de acuerdo con la Gerencia de Asuntos Étnicos.
Pese a que todos son considerados como “hermanos Mokaná”, de acuerdo a su ubicación geográfica varían algunas de sus costumbres y rituales.
EL HERALDO visitó Malambo donde se encuentra la única guardia indígena del departamento, y Tubará que posee el lugar más sagrado para ellos que es Piedra Pintada.
Sus prendas de vestir, maneras de subsistencia y hasta su religión han cambiado con el tiempo, pero los nativos confirman en que algunas costumbres propias se mantienen y algunas las están recuperando.
“Somos agricultores, no campesinos. Vivimos del sembrado de la yuca, maíz, guandul, los platos típicos y la pesca. La caza muy poco porque los territorios nos los quitaron y luego llegaron otros productos como el millo y el plátano que no eran nuestros, pero llegaron y los cultivamos, sembramos para nosotros mismos y a veces hacemos trueque”.
La ley de origen se dicta a través de la oralidad tradicional de los ancestros, según cuenta Dantiago. “Poseemos un conocimiento amplio que nos enseña la madre tierra, los animales, la fauna y su variedad, esa es nuestra cosmovisión y nuestra cosmogonía (o religión)”.

El arqueólogo y miembro del equipo de investigación del Museo Mapuka de la Universidad del Norte, Juan Guillermo Martín, dialogó con EL HERALDO y confirmó ciertos hallazgos sobre artesanías, vasijas y demás elementos que han sido encontrados de la comunidad Mokaná en Barranquilla y el Atlántico.
“El año pasado con estudios genéticos que adelantamos desde la Universidad del Norte pudimos constatar la relación genética que existió entre las poblaciones que vivieron en el bajo Magdalena, que es el actual departamento del Atlántico(…) Para los Mokaná las expresiones de arte rupestre son sitios importantes y sagrados. Ese arte rupestre lo tenemos en varias partes del Atlántico, pero el más conocido es Piedra Pintada”, sostiene Martín.
Cerca del corregimiento La Peña, en el municipio de Sabanalarga, también hay petroglifos con las mismas características que al parecer deben tener 1.200 años de antigüedad, añade el arqueólogo.
“Desafortunadamente no se ha hecho un trabajo exhaustivo de ese arte rupestre aquí en el departamento y este podría convertirse en un lugar turístico y cultural. Pero antes de hacerlo debe hablarse con los Mokaná”.

Las comunidades indígenas, a lo largo de todo el territorio colombiano, conservan lugares donde practican sus rituales y en los que, según sus creencias, se comunican con la naturaleza y reciben mensajes de sus antepasados.
En Malambo existieron varios lugares, entre los más conocidos estaban la Ciénaga, ubicado en la entrada de este municipio y en el que hoy se encuentra una bomba de gasolina y un hotel. “Era nuestro sitio sagrado donde iban los ancestros y hacían sus rituales (…) Otro de los lugares sagrados para nosotros es el Manantial de la Moana que queda en los cuatro caminos y hoy está seco completamente. Lo que han hecho con estos lugares ha sido una barbarie cultural, ellos nos han atacado como han querido”, denuncia Yajaira del Toro, mayora Mokaná de Malambo.
La Piedra Pintada es sin duda el lugar ancestral más importante para los Mokaná. Para llegar a ella se parte desde la entrada del El Morro, corregimiento de Tubará. Durante la caminata los nativos realizan sus pagamentos cada luna llena. Para ingresar al bosque, recalcan, se debe tener la mente

en blanco y limpia de cualquier pensamiento, también hay que estar en ayunas completamente, incluso de bebidas.
Actualmente los indígenas del territorio consideran que ha sido vulnerada, pues algunas universidades han llegado al lugar a hacer estudios y han repintado las figuras que estaban originalmente. “Este lugar para nosotros se llama Kaamasjorú, que significa la esquina tranquila del dios Hú, que es al dios que nosotros le rezamos”.
Otro lugar sagrado en Tubará es El Mirador. Se encuentra ubicado en un cerro del municipio y está construido arriba del cementerio ancestral de los indígenas, por esto es considerado uno de los lugares más sagrados de la comunidad.
El poso de San Luis se encuentra ubicado en la zona central del municipio de Tubará y según la historia, este santo vivió en el lugar y logró que la comunidad pudiera acceder al agua, luego de una dura temporada de sequía.


Hace 12 años los Mokaná conformaron en Malambo su propia Guardia Indígena, de hecho es el único municipio del departamento en tenerla, según la ONIC.
Los artífices de este hecho fueron Manuel Miranda Meza y Jorge Molinares, quienes preocupados por el futuro de su comunidad decidieron iniciar este proyecto que tiene como fin salvaguardar las costumbres de sus ancestros.
“Nosotros comenzamos a trabajar con las uñas en esto porque no encontrábamos acogida en los hermanos. Ellos pensaban que eran cosas de gente loca hasta que un día nos crearon la resolución y desde hace siete años que eso pasó venimos trabajando más fuertes por ellos y para ellos”, cuenta Jorge Molinares, coordinador de la Guardia Indígena Mokaná.
Vigilar, proteger y atender las necesidades de los Mokaná malamberos es el compromiso que adquiere quien decide ser miembro de la Guardia. Desde los 10 años se puede ingresar al selecto grupo en el que no hay edad de retiro.
“Aquí tenemos niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, cada uno tiene tareas para hacer en los diferentes comités. Lo que sí es seguro es que cuando se decide entrar a la Guardia Mokaná hacemos un juramento que solo se rompe cuando la muerte nos recoge”, explica Molinares.
En este momento la Guardia Indígena Mokaná se encuentra en conversaciones con el gobierno municipal en pro de conseguir recursos que les permitan enfrentar situaciones imprevistas que se puedan presentar dentro de la comunidad en lo que respecta a gastos económicos.
“La mayoría de las personas que estamos en la Guardia vivimos del diario, el amor por nuestra tierra, territorio y raza nos tiene aquí, haciendo los esfuerzos necesarios que la vida nos pide para gritar con orgullo —¡Fuerza, Fuerza! Por mi raza, por mi gente—, ese es el emblema principal de este equipo. La guardia indígena tuvo y tiene su reconocimiento nacional así que esto no se acaba”.

Ser mayor dentro de la comunidad Mokaná implica tener los conocimientos y saberes necesarios para sembrarlos en las nuevas generaciones. Esa es la labor de Yajaira del Toro, reconocida por la ONIC, como la única mayora mujer en el departamento del Atlántico.
El título de mayora se lo da el recorrer todo el territorio, ejerciendo su labor como médico tradicional en la que ha podido compartir sus saberes ancestrales a través de ponencias que incluso ha dictado en otras ciudades del país como Bogotá y Pasto, y países como México y Ecuador. Además, transmite el conocimiento ancestral a través de la oralidad dentro de su comunidad, con el fin de reforzar la cultura y espiritualidad de sus “hermanos”.
“El indígena siempre está con una palabra dulce, de sabiduría, del buen saber y vivir, de la siembra del conocimiento. Si yo en calidad de mayora conozco algunas cosas debo enseñarlas en mi pueblo Mokaná. Nosotros tenemos un semillero que está conformado por niños de 3 a 14 años porque después de esa edad ya pasan al consejo de jóvenes”, explica del Toro.
Pese a las adversidades que ha sufrido el pueblo indígena en los últimos años, los Mokaná liderados por Yajaira continúan en pie de lucha para dejarle a sus nuevas generaciones una sociedad que respete y valore lo que ellos como comunidad ancestral tienen para ofrecer.
“Nuestra esencia está en la cultura, en el día a día, en la espiritualidad, las mujeres sanadoras, la Guardia Indígena, el pito atravesao. Nosotros vendemos cultura, no somos algo inventado por el hombre, somos creados por el padre Hú. Por eso vamos hacer nuestra propia piedra pintada que tallaremos con la historia de todas las áreas del departamento donde contaremos las luchas de estas nuevas generaciones”, expresa la mujer.
Según lo expresado por el arqueólogo Juan Guillermo Martin, a pesar que los pueblos actuales se reconocen como Indígenas Mokaná, no se les puede relacionar directamente con los vestigios arqueológicos de hace 800 años que se han encontrado en el territorio.
Ellos siguen considerándose como una sola familia bajo la creencia de que todos provienen del mismo creador y padre, Hú. Con la fuerza de la guardia que defiende su raza y su tierra, este pueblo ancestral busca seguir evocando y promoviendo en el presente las riquezas espirituales que les dejaron sus ancestros.
