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El caso de Félix, un niño británico de tres años, ha conmovido al mundo médico y a su comunidad tras superar una batalla contra dos tipos distintos de cáncer. La historia comenzó cuando sus padres, Hayley y Tom, detectaron una señal casi imperceptible que los llevó a descubrir una realidad devastadora.

Todo comenzó con una observación aparentemente menor. Hayley notó “un ligero brillo blanco” en el ojo de su hijo y decidió consultar con especialistas. Esta decisión intuitiva de una madre preocupada se convertiría en el punto de partida de una lucha que duraría años.

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Tras una evaluación inicial en el Hospital Frimley Park, Félix fue trasladado de emergencia al Hospital Real de Londres, donde recibió el primer diagnóstico: retinoblastoma bilateral, un cáncer ocular agresivo que afectaba ambos ojos.

Los médicos inicialmente plantearon la extirpación del ojo izquierdo como única alternativa para salvar la vida del pequeño. Sin embargo, una resonancia magnética reveló la presencia de un tercer tumor, lo que obligó a los especialistas a replantear completamente el tratamiento.

Félix fue sometido a ocho meses de quimioterapia intensiva a partir de septiembre de 2022. “No hay tiempo para procesarlo. Simplemente hay que actuar. Fue increíblemente abrumador”, recordó Hayley.

El tratamiento fue especialmente duro para el pequeño, quien experimentó efectos secundarios severos. En marzo de 2023, recibió un trasplante de células madre, momento en el que la familia creyó que finalmente podrían respirar tranquilos.

La esperanza duró poco. Tres meses después del trasplante, una ecografía de rutina detectó una masa sospechosa en el hígado de Félix. El temor inicial fue que el retinoblastoma se hubiera extendido, lo que habría significado un pronóstico terminal.

Paradójicamente, el nuevo diagnóstico trajo alivio: se trataba de linfoma, un tipo de cáncer sanguíneo tratable. “Fue un shock enorme para ellos que el diagnóstico fuera tratable. Se sentía muy mal celebrar que su hijo tuviera linfoma. Pero fue una noticia increíble”, explicó la madre.

El segundo ciclo de quimioterapia trajo nuevos desafíos. Félix, quien ya había soportado meses de tratamiento intensivo, experimentó un aumento significativo de peso y perdió la capacidad de caminar temporalmente.

Además del impacto físico, el tratamiento dejó secuelas permanentes: Félix sufrió daños auditivos que requerirán el uso de audífonos de por vida. A pesar de esto, su madre destaca su fortaleza: “Félix me sorprende cada día. Todavía tiene muchísimas ganas de vivir”.

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Las perspectivas actuales son optimistas. Se espera que en julio de este año Félix complete definitivamente sus tratamientos de quimioterapia y sea declarado libre de cáncer.

La familia, que incluye a Thea, hermana mayor de Félix, ha mantenido la esperanza a lo largo de este proceso. Los padres planean celebrar el final del tratamiento con un viaje familiar a Disney World.

Aunque persisten los temores naturales sobre una posible recurrencia del cáncer, la familia se enfoca en el presente y en celebrar cada pequeña victoria del menor.