En un rincón de San Juan del Cesar, en La Guajira, vive la familia Mendoza, que día a día mantiene la esperanza y la fe como eje de su hogar. No es fácil, sobre todo cuando la vida pone enormes retos que requieren de valentía para enfrentarlos. La enfermedad de Dayana Mendoza, una niña de tan solo 13 años, ha sido la razón por la que hoy la palabra resiliente es la mejor y más fiel descripción de esta familia.
La resiliencia no es solo intentar ver la vida de otra manera, sino adaptarse a los cambios, por más duros que sean, y lograr salir adelante. Esa esperanza y ‘perrenque’ definen a los cinco miembros de la familia Mendoza y de esos sentimientos nace el proyecto Los Corrales de Dayana, un acto de amor, un testimonio de fe y una apuesta por la vida.
La iniciativa va mucho más allá de producir alimentos y aunque su propósito es ofrecer la mejor porcicultura del municipio, recolectar huevos frescos de calidad y cuidar pollos criollos, lo que realmente se cultiva es la esperanza, unión y fe por darle una mejor calidad de vida a la pequeña Dayana.
Dayana y su incansable batalla contra una rara enfermedad
El 31 de agosto de 2011, Dayana Sofía nació de siete meses y tuvo que estar 3 días en UCI. Luego fue entregada como una bebé sin complicaciones, pero a los 15 días fue valorada por pediatría y le mandaron hacer unos exámenes. En noviembre le realizaron una resonancia magnética donde arroja unos resultados devastadores.
Luego de consultar a varios especialistas y médicos, Dayana fue diagnosticada con el síndrome de West y epilepsia refractaria. Se trata de una encefalopatía (alteración cerebral) epiléptica dependiente de la edad. En la mayoría de los pacientes, en el 90 por ciento, se inicia durante su primer año de vida y se calcula que afecta a uno de cada 4.000-6.000 nacidos.
Uno de esos casos es el de Dayana, que llegó a convulsionar 250 veces al día, por lo que fue inducida a coma. Después de 30 días despertó, pero ya no podía comer por sí misma y perdió la movilidad.
Ante esto, le tuvieron que realizar una gastrostomía y la obligó a vivir sus 5 primeros años de vida en clínicas en Cartagena. En 2016, según relató su hermana, la pequeña Dayana tuvo una crisis de epilepsia de 14 minutos, lo que le produjo un daño irreversible de los nervios ópticos.

Su vida empezó a cambiar en el 2013 cuando fue pionera de un nuevo tratamiento. Actualmente está diagnosticada con síndrome de Lennox -Gastaut que es una enfermedad huérfana; síndrome de disnea crónica, por lo que depende de oxígeno las 24 horas y epilepsia refractaria de difícil control, teniendo entre 4 y 7 crisis al día.
Los médicos, en sus primeros diagnósticos, dijeron que solo viviría tres meses. Han pasado trece años de lucha, valentía y milagros cotidianos. Cada día de Dayana es una victoria; cada risa, un recordatorio de que el amor familiar puede desafiar cualquier pronóstico.
Los Corrales de Dayana, un acto de fe y amor
Para sostener su tratamiento y garantizar que tanto Dayana como sus dos hermanos tuvieran la mejor calidad de vida posible, Juan Miguel Mendoza, padre de Dayana, le dio forma a este proyecto junto con su esposa.
De la adversidad nació un emprendimiento que une trabajo, sostenibilidad y compasión. Los Corrales de Dayana es hoy un modelo de producción responsable que respeta el bienestar animal, protege el medio ambiente y ofrece alimentos sanos a la comunidad.
Sin embargo, Los Corrales de Dayana es un proyecto que necesita de corazones solidarios que crean, como ellos, que cada pequeño esfuerzo cuenta y así alimentar la esperanza de una niña que lucha por cada aliento y se fortalece el ejemplo de una familia que, en medio de la prueba, decidió levantarse ante la adversidad.
Hoy, esta granja es más que un negocio: es un homenaje a la fuerza de una niña que sigue enseñándonos que el amor verdadero nunca se rinde. Apoyar Los Corrales de Dayana es sembrar esperanza.