Las partículas de plástico, invisibles a simple vista, pero omnipresentes en el ambiente, podrían estar atravesando una nueva frontera en el cuerpo humano: el cerebro. Investigaciones recientes apuntan al consumo de alimentos ultraprocesados como una vía que facilitaría el ingreso de microplásticos y nanoplásticos al sistema nervioso central.
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Los hallazgos, publicados en la revista ‘Brain Medicine’, refuerzan la preocupación global que generó un estudio anterior difundido en ‘Nature Medicine’ en febrero, en el cual se reportó que un adulto puede llegar a acumular en su cerebro el equivalente a una cucharadita de plástico. Esta acumulación ha sido observada, especialmente, en pacientes con enfermedades como la demencia.
De acuerdo con los artículos de ‘Brain Medicine’, editada por ‘Genomic Press’, los alimentos ultraprocesados presentan concentraciones significativamente más altas de microplásticos en comparación con productos no procesados. Estas partículas plásticas se incorporan a los alimentos durante sus procesos industriales de fabricación, empaquetado y almacenamiento. Un ejemplo documentado es el de los nuggets de pollo, que contienen hasta 30 veces más microplásticos por gramo que la pechuga sin procesar.
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Los microplásticos y nanoplásticos derivan del desgaste de materiales plásticos o son producidos en microescala para su uso industrial. Aunque su presencia en el ambiente es prácticamente inevitable, científicos consideran que el consumo excesivo de productos ultraprocesados podría aumentar su acumulación en el cuerpo humano, en particular en el cerebro, con posibles implicaciones en la salud mental.

En uno de los estudios, los autores Nicholas Fabiano, Brandon Luu y David Puder advirtieron que los niveles crecientes de estas partículas plásticas en el tejido cerebral resultan especialmente preocupantes en el contexto de los trastornos neurológicos. Aunque la exposición total a los microplásticos es difícil de evitar, se están explorando formas de reducir su ingesta a través de la dieta.
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El doctor Martín Blettler, biólogo e investigador en contaminación por plásticos del Conicet en Argentina, señaló que existen evidencias científicas suficientes para vincular el impacto de estas partículas con el consumo de ultraprocesados. En diálogo con ‘Infobae’, sostuvo que es urgente adoptar medidas regulatorias y modificar prácticas industriales para limitar la exposición. “Para prevenir ese impacto, es necesario un enfoque integral que abarque la producción, el consumo y la regulación”, explicó.
Además del posible efecto físico de las partículas plásticas, los ultraprocesados también han sido asociados con alteraciones en la salud mental debido a su bajo valor nutricional y alto contenido de componentes proinflamatorios. Estos factores, sumados a los microplásticos, podrían inducir estrés oxidativo, afectar el sistema inmune y alterar el metabolismo celular, mecanismos que ya se han relacionado con la depresión y otros trastornos neurológicos.

Investigadores de Alemania, Suiza y Reino Unido han propuesto una posible solución médica: la aféresis terapéutica extracorpórea. Esta técnica, utilizada actualmente para otros fines médicos, consiste en filtrar la sangre fuera del cuerpo y podría llegar a eliminar partículas microplásticas del organismo.
“Nuestros primeros hallazgos sugieren que la aféresis podría ofrecer una posible vía para la eliminación de microplásticos, aunque se necesita mucha más investigación”, indicó Stefan Bornstein, uno de los autores del estudio.
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Entre las recomendaciones para la población se incluye priorizar el consumo de alimentos frescos, evitar calentar comidas en envases plásticos y fomentar una educación alimentaria que contemple los riesgos de los ultraprocesados.
Paralelamente, los expertos sugieren desarrollar un Índice de Microplásticos Dietéticos (DMI) que permita cuantificar la exposición a través de la alimentación y evaluar sus impactos en la salud mental a largo plazo.
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Por ahora, mientras se desarrollan soluciones médicas o regulatorias, los científicos coinciden en que la mejor estrategia es reducir el contacto con estos productos y fomentar hábitos alimenticios más naturales.