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Ocho días han pasado desde que los venezolanos fueron a las urnas para elegir un cambio entre las dudas, el miedo y la desconfianza. ¿Serían unas elecciones libres y transparentes? ¿Reconocería Maduro una victoria de la oposición? ¿Volverían los colectivos armados, la policía y los militares a intimidar a los ciudadanos?

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Cada una de estas preguntas, entre muchas otras, se fueron respondiendo en el transcurso de esta semana. La primera con una serie de denuncias que llegaron desde la oposición y la comunidad internacional, apuntando a la farsa que montó el Gobierno luego de que los venezolanos asistieran de manera masiva, pero no obtuvieran la información de las actas electorales y la distribución de los votos.

Las primeras horas fueron de incertidumbre, casi que de desconcierto mientras el gobierno de Nicolás Maduro y el Consejo Nacional Electoral no entregaban la información a la ciudadanía y el mundo. Acto seguido, el órgano electoral declaró reelecto al actual mandatario, lo que respondió a la segunda pregunta: el gobierno no reconoció una victoria de la oposición, en cabeza de Edmundo González.

Entonces ocurrió la implosión: el país entero empezó a exigir transparencia, primero con reiterados pronunciamientos de líderes opositores, luego con voces de la comunidad internacional. Pero ninguna fue escuchada.

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Desde entonces los ciudadanos se han volcado a las calles en protestas cargadas de indignación. Caracas ha sido sede de varios enfrentamientos, pero sobre todo testigo de la represión que el Gobierno, con su brazo militar y los colectivos armados del chavismo, ha ejercido en contra de su propio pueblo. He ahí la respuesta a la tercera interrogante: volvió la violencia.

En medio de lo que ha sido una semana convulsa, la pregunta más importante no ha logrado ser resuelta: ¿qué pasará ahora con Venezuela?

Una respuesta unificada no existe, pues ni los pronunciamientos de la oposición, ni los llamados de presidentes de otros países, ni la presión de Estados Unidos han logrado –al día de hoy– que Maduro suelte las amarras. No obstante la esperanza sigue latente, no solo en los miles de millones de venezolanos que resisten en su país, sino en los otros millones que, lejos de su patria, anhelan un regreso para gritar en libertad: ¡Gloria al Bravo Pueblo!

FF. MM., punto de giro

Desde las entrañas de Carabobo, Lilina Ortiz asegura que la incertidumbre y el miedo permean las calles de Venezuela.

“Nuestros jóvenes están muriendo, los están atacando los mismos gobernantes por los que en algún momento votaron. Ya no le creemos nada a Maduro. Antes pensamos que sí lo necesitábamos, pero hoy en día solo queremos que se vaya y deje que un nuevo gobierno levante al país, por eso estamos luchando en las calles a pesar de la represión y de que las fuerzas militares nos están matando. Sin su apoyo Maduro sería solo discurso”.

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Con ella coinciden diversos analistas, que consideran que una de las claves para que Maduro deje de perpetuarse en el poder está en el respaldo de las fuerzas armadas.

Valeria Carvajal, internacionalista con énfasis en Seguridad y Conflictos, quien dijo a EL HERALDO que “históricamente, en muchos países, el apoyo militar ha sido un pilar esencial para la continuidad de gobiernos autoritarios y dictatoriales. En el caso de Venezuela, el respaldo militar fortalece la posición de Maduro, dificultando los esfuerzos de la oposición y de la comunidad internacional para promover un cambio de régimen”. Según la experta, incluso puede interpretarse como un mecanismo para prevenir el caos y el vacío de poder, lo que podría derivar en violencia generalizada.

“Sin un cambio en la postura de las fuerzas armadas, las transiciones pacíficas de poder se vuelven improbables, prolongando la crisis política y económica del país, que se ha reflejado en el sentir de varios Estados y los mismos ciudadanos”, indicó.

Asimismo Benigno Alarcón Deza, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, aseguró en diálogo con este medio que muchos esperaban una posición más neutral de parte de las fuerzas armadas.

“Esperábamos que la Fuerza Armada Nacional asumiera una posición de neutralidad institucional. Aquí cabría hacerse dos preguntas. Una, ¿por qué? Y otra, si esta decisión refleja la posición de la institución o la posición del ministro de la Defensa y del alto mando militar”.

En ese sentido, Alarcón Deza considera que ante las dudas “justificadas sobre si esta es verdaderamente la posición de la institución, hay esperanza de que varios de sus miembros no sigan el llamado de sus superiores y apoyen un cambio”.

Meri Parrado/EFEEfe

Presión internacional

La presión internacional también juega un papel importante en la lucha que se libra desde la oposición venezolana, y los constantes llamados de los países a que Maduro reconozca los resultados y permita una transición, así como la implementación de sanciones, se han convertido en otro de los frentes para combatir la represión y las injusticias.

En ese sentido han sido claves también los llamados de EE. UU., la UE, Argentina, Panamá, Ecuador, Perú, Costa Rica y organismos internacionales como la ONU y la OEA para que el chavismo se haga a un lado dadas las pruebas contundentes que legitiman la voluntad de los votantes del 28J.

El mismo secretario de Estados de Estados Unidos, Antony Blinken, sostuvo una llamada con el candidato venezolano Edmundo González Urrutia y con María Corina Machado en la que los felicitó por la victoria y les anunció el reconocimiento de sus resultados.

El llamado de Blinken llegó el mismo día en que el partido de Machado, Vente Venezuela, denunciara un asalto a su sede durante la madrugada, con seis hombres armados, que sometieron a los vigilantes y se llevaron equipos y documentos.

También la reciente conformación de un bloque de trabajo entre Colombia, Brasil y México se planta como una posibilidad de que Maduro entregue los resultados de las actas y se logre hacer el debido conteo y verificación.

Lula, Petro y Obrador han expresado su voluntad de buscar una salida negociada a la crisis que vive el vecino país, por lo que incluso habrían dado un plazo a su homólogo venezolano de una semana para entregar el informe o, de lo contrario, no reconocerían su victoria.

Huir o volver

La incertidumbre también pasa por quienes deben decidir si salir de Venezuela y migrar a otro país con mejores perspectivas, y quienes se encuentran en el exterior y quieren volver.

“Si después de tanta presión Maduro no reconoce los resultados, lo mejor es irse a probar suerte a otro país. Ya no aguantamos, tenemos hambre, no hay atención en salud, nuestras familias tienen muchas limitaciones, pocas oportunidades y creemos que Venezuela se ha venido aislando cada vez más y más. Yo tengo familia en Colombia, pero llevo varios años sin verla porque no pueden venir a visitarme, y tampoco tengo dinero para salir porque la moneda venezolana no vale nada afuera”, dijo a EL HERALDO Juan Rodríguez, oriundo de Barquisimeto.

El mismo sentir lo comparte Iraida González, quien salió de Venezuela en 2016 y anhela un reencuentro con sus padres.

“Si con las protestas y la presión logramos que Edmundo sea reconocido, me gustaría volver a mi Venezuela. El camino ha sido muy largo para que me abran las puertas en otros lugares, tuve que recorrer tres países antes de conseguir trabajo y estabilidad. Salí sin hijos y volvería con ellos, para que mi familia los conozca. Nadie sabe lo que es ese dolor”, expresó a este medio.