En el fútbol actual quizá no hay dos entrenadores que visibilicen tanto la diferencia de estilos como Pep Guardiola y Diego Simeone, enfrentados desde este martes en busca de las semifinales de la Liga de Campeones al frente del Mánchester City y el Atlético de Madrid, en un desafío de una dimensión incalculable para el conjunto rojiblanco y su obsesión de ganar el máximo torneo europeo, el único título que le falta en su historia.
Tan cerca en 2014, cuando el 1-1 de Sergio Ramos para el Real Madrid en el último minuto del tiempo reglamentario provocó una prórroga cruel para el Atlético, y en 2016, cuando los penaltis pusieron todo en duda en el conjunto rojiblanco y Simeone; y tan lejos prácticamente desde entonces -no alcanza las semifinales desde 2017-, es la competición por la que suspiró siempre, desde que en 1974 la rozó ante el Bayern en Bruselas.
La tiene ante sí de nuevo, con los alicientes, la ilusión y los sueños que despierta, pero también los desvelos, los recuerdos y las frustraciones que desprende cada vez que compite en un escenario de la magnitud de la Liga de Campeones, en la que, para llegar a su última final, en 2016, debió superar a un equipo de Pep Guardiola, entonces el Bayern, con una victoria en la ida por 1-0 y una conmovedora resistencia en el 2-1 en Alemania.