No era entrañable amigo de Eugenio Baena. No tuve la fortuna de compartir con él detrás de un ring en una legendaria pelea de un boxeador colombiano por título mundial en Las Vegas o en Miami. No compartimos cabina ni habitación en algún viaje. Nunca me invitó a su casa ni yo a la mía. No conocía a mis hijos, ni yo a los de él, excepto ‘la Chechi’ por sus resonantes títulos mundiales en el patinaje. Imposible que no siendo periodista deportivo.
Éramos simples colegas, compañeros de gajes periodísticos que nos brindábamos ayuda mutua en algunos momentos y teníamos una muy buena relación a pesar de la diferencia generacional.
Esporádicamente me llamaba para pedirme el teléfono de un personaje, para averiguar sobre alguna información o para felicitarme, con nobleza y generosidad, por algún artículo. “Lo leí, lo leí en el programa”, me decía, lo cual, obviamente, me generaba orgullo, y se lo agradecía.
Claramente no éramos súper amigos, pero cada vez que nos encontrábamos nos saludábamos gratamente. Sabía de su popularidad, notaba su pasión, sus adjetivos superlativos al comentar, entendía su importancia como líder de opinión en Cartagena y sus gestas periodísticas de trascendencia nacional siguiendo a boxeadores y beisbolistas en diversas partes del mundo.
Varias veces, sobre todo en el palco de Acord Atlántico, en los partidos de la selección Colombia en la Eliminatoria, cruzábamos palabra.
Alguna vez, esperando el comienzo de un juego, junto a Estewil Quesada, Fausto Pérez Villarreal y otros colegas, con el enorme respeto que le tenía como comentarista de béisbol y boxeo, le pregunté a él y a los demás, también expertos en el tema, ¿quién hubiera ganado en una hipotética pelea entre el panameño ‘Mano de Piedra’ Durán y Antonio Cervantes ‘Pambelé’?
Ya no recuerdo la respuesta, pero comenzó una polémica en la que su tono de voz y particular acento sobresalían. En el último de esos compromisos de Eliminatoria al Mundial en los que coincidí con Eugenio en el palco de Acord Atlántico, el pasado 6 de junio (Colombia 0, Perú 0), cuando me vio, me recordó: “Me debes una foto”.
Se refería a una vieja imagen en la que aparecen nada más y nada menos que Juan Gossaín, Fabio Poveda Márquez, Pambelé y Emiliano Villa. Cuatro legendarias figuras del Caribe colombiano, los dos primeros del ámbito periodístico, y los dos segundos del pugilismo colombiano.
Baena aparece en la foto más atrás, expectante a todo lo que está ocurriendo en la escena, en la que Gossaín y Poveda parecen charlar con Pambelé y Villa.
No tengo clara la historia de la fotografía, la encontré de casualidad el 27 de mayo de este año, en un antiguo archivo de EL HERALDO que me tocó desempolvar para hallar imágenes del argentino Juan Ramón ‘la Bruja’ Verón, gestor de la primera estrella de Junior como técnico y jugador, que acababa de fallecer.
Por los personajes que aparecían, me llamó la atención y a los pocos días, hablando con Eugenio por otra cosa, le dije el tesoro que había encontrado. Prometí mandarle la foto, pero en medio de los quehaceres diarios en el periódico se me olvidó.
Le dije en el palco: “Mañana te la mando”. “No se te olvide”, me respondió.
No lo vi más desde entonces. Se fue el buen Eugenio y no le pude mostrar esa foto que le habría encantado y que ahora, que todos sus familiares, amigos, conocidos y oyentes lo están recordando, sirve para evidenciar su grandeza como periodista y que siempre estaba al pie de ‘la jugada’.
