La cita es de Eduardo Galeano, una de las plumas más reconocidas de América Latina, uruguayo, escritor, periodista y amante del fútbol, dejó un legado literario enorme y de frases y textos que mantendrán vigencia siempre y que describen, de manera inigualable, la similitud entre el fútbol y la vida misma.

Por estos días la pelota rodando me recuerda el sentimiento de Galeano, y en él, la importancia de entender que la existencia, es también, un juego colectivo.

He visto a la selección Alemana en la Eurocopa y me ha quedado claro que en un juego de fútbol, siempre hay algo que aprender para la vida.

Determinación, carácter, confianza, fuerza, serenidad, madurez, concentración, mesura, trabajo, organización, precisión, entrega, profesionalismo, virtuosismo, simpleza, estructura, persistencia, seguridad, claridad, control, solidaridad, comunicación, compromiso, preparación, competencia, lucha, convicción, entre otros, han sido atributos de su presentación.

No desfallecen, no lloran, no hacen jarras (manos a las cintura) no manotean, no simulan, no son víctimas, no culpan al otro, no son ególatras, no utilizan sus redes sociales para descalificarse incluso a ellos mismos, no son “figuritas”, no son “estrellitas”, no patalean, enaltecen el oficio, conocen el significado del respeto. ¡Respetan a su líder! le creen, trabajan duro, terminan lo que empiezan, saben que nada es absoluto, ninguno se considera más que el otro, son firmes, aplomados, disciplinados, nada lo dan por perdido, son coherentes, exponen su talento, se divierten de manera ordenada y endulzan la mirada de cualquier espectador. Su propuesta es vistosa pero seria, sobre sale, brilla, siempre están bien preparados, se les nota, lo saben y lo siente su rival.

Creo que si lleváramos estas, o solo algunas de estas características y las aplicáramos a nuestras vidas, encontraríamos con seguridad, un resultado sumamente grato. El primero interno, encargado de arraigar en nosotros mismos el honor. El segundo externo, encargado de afianzar en los ojos expectantes de quienes habitan nuestras tribunas, el orgullo supremo y la dignidad divina de saber qué hacemos la tarea de principio a fin,  que componemos la canción con dedicación en cada estrofa y que nuestra melodía no es fortuita, que construimos nuestra casa con cimientos sólidos, que somos producto del silencio y el esfuerzo colectivo, que nos pesa lo que nos tiene que pesar y no claudicamos ni vendemos o hipotecamos el destino. 

Esta no es un reflexión futbolera, para nada, no pretendo que se lleve a ninguna parte en el deporte, por el contrario  considero que muchos de los nuestros como Cuadrado, Ospina, Mina etc… son representantes dignos de lo expuesto. Esta es una invitación, un planteamiento extraído de un juego para intentar entender los que sucede en otros estadios, de lo que carecemos, lo que necesitamos, lo que debemos perseguir y procurar para poder ser, en lo que queramos ser, como dice Eduardo: “ …la espalda de un barrio, de una ciudad o una nación”