¿Qué tan importante es terminar con lo que empezamos?
No se cuál sea la enseñanza más valiosa que usted y yo hayamos recibido a lo largo del camino, si nos sentamos a recrear nuestra memoria, probablemente encontremos varias en el cajón de los recuerdos, seguramente muchas de ellas determinantes, pues nos llevaron en su momento a tomar decisiones acertadas o impidieron que nos metiéramos en uno que otro lío.
Un día oí a alguien decirme que la mejor enseñanza es la que se aprende en ese fino momento posterior a la desobediencia: “el instante que duele, el que aprieta, el que asfixia, ese, es el que enseña.”
Tengo la sensación que mucho de ello vive en las tareas pendientes, en todo lo que aplazamos, lo que dejamos a la mitad del camino, a la deriva. No hay nada que duela más que saber que algo no sucedió porque su destino fue suspendido. Es como ver un niño perdido en medio del desierto, o asistir a un partido de fútbol donde el equipo que seguimos no salió del vestuario después del entretiempo.
¿Pero, qué es lo que hace que no terminemos con lo que iniciamos?
Hay algo en nuestro entorno, en la sociedad actual que ha legitimado este comportamiento carente de perseverancia, de aguante, de lucha, de sacrificio, de entrega y de esfuerzo.
¡Se ha perdido la fuerza de voluntad!
Le hemos pasado por encima, hemos brincado sobre ella como esquivando un obstáculo engorroso y aparatoso en el camino. La hemos ahogado en medio de la desidia y la apatía.
Vivimos en un mundo “In”: Inmediato, inconstante, inconsistente, insensato, incoherente, incongruente, indiferente e incapaz, en consecuencia: inconsciente. Esto ha provocado la burla a una de las capacidades más valiosas del ser humano: la voluntad.
Decía Einstein: “ hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad, y la energía atómica: la Voluntad.” Y la voluntad no es más que querer, de hecho el término voluntad, viene del latín voluntas-atis, que significa querer, y querer lo es todo. No hay nada más fuerte que querer.
En el querer y en la voluntad está el vigor, la vida, el sueño, la convicción y la superación. Lo que logra el querer y la voluntad, no lo logra el más elaborado de los talentos.
La fuerza de voluntad es la clave para acercarnos al origen y a la meta, es fundamental para terminar lo que iniciamos. En los grandes fracasos se encuentra siempre, como diagnóstico forense, la voluntad partida en mil pedazos, pero en cambio en los grandes logros es perceptible esa fuerza implacable y voraz.
Todo es posible, decía Cristiano Ronaldo estrella del fútbol mundial, en una entrevista en la presentación de unos documentales: “Todo es posible, pero hay que tener voluntad para lograrlo.”
Termino con un pequeño aliento que me brindó una de mis fuentes para construir esta modesta reflexión.
Varios estudios advierten que la fuerza de voluntad se encuentra en la corteza prefrontal del cerebro, la cual madura con los años.
Me dijo: “Imagínate como un músculo, se puede entrenar, se puede aprender a desarrollar, nunca es tarde.” Me alegró saberlo y considero oportuno finalizar así, con ilusión, pero ojo, también para eso hay que tener voluntas-atis.