No me imagino cómo sería vivir en un mundo donde el valor y el atributo principal de la confianza desapareciera por completo. Sería caótico entrar al supermercado y mirar con recelo la estantería de las frutas y verduras, verlas engañosas, ficticias, mentirosas y pensar que su ingesta, podría condenarnos a un daño estomacal severo, a una fuerte intoxicación, o a la muerte por la eventual inoculación de una bacteria que destruya nuestro organismo lenta pero letalmente.
Qué decir de la angustiante posibilidad de mirar a medianoche la almohada contigua y sentir que nuestra/o compañera/o sentimental representa todo a lo que le tememos, pararnos en medio del desvelo, entrar en la habitación de nuestros hijos y sentir que no son nuestros. Llamar a quien oficia de mejor amigo y además, descubrir que todo es falso, que su afecto es de verdugo y está compuesto de traición.
Para todas las ciencias, la confianza es un valor fundamental. Poco puede construirse y hacerse sólido sin ella. Ni la filosofía, ni la sociología, ni la psicología, ni la pedagogía, podrían tener asiento en una sociedad donde la confianza se desvanezca hasta desaparecer.
Esa creencia de que una persona será capaz de actuar de manera adecuada ante una determinada situación es la base de la composición de cualquier núcleo.
La confianza es un voto de fe, es la esperanza más firme. Es altamente necesaria para poder emprender y para poder cumplir sueños, es fundamental para relacionarse de manera sana. Es importante sentirla y generarla. La confianza es atributo, pero puede ser también indicador para predecir el desarrollo y la prosperidad de un barrio, de una ciudad, de una región, y claro, de un estado.
El ambiente político en nuestro país hoy transita por este piso. La confianza está dinamitada y en menos de dos semanas no se construye ni se reconstruye. Quienes aspiran a “recibirla” a través del voto, deberán trabajar en lo contrario, en mitigar la desconfianza, lo que es un tanto vergonzante; no inspirar confianza, sino inspirar menos desconfianza que el otro. Quien lo logre ganará.
Panorama desolador, pero queda una posibilidad: el cerebro! Quien gane deberá trabajar en él (además por supuesto de sus programas y sus formas) pues la ciencia lo ha confirmado en varios estudios: la generación de confianza se relaciona con las funciones cerebrales, está comprobado que la oxitocina, hormona y compuesto neutro químico favorece la tendencia de un individuo a confiar en otro.
La oxitocina, también se conoce como la molécula de la confianza por el papel neurotransmisor que ejerce en el cerebro cuando se establecen relaciones interpersonales, incrementa la empatía y el deseo de ayudar.
Se genera oxitocina en el parto y en la lactancia, lo que evidentemente, no aplica para Gustavo ni para Rodolfo, pero también se encuentra en otras actividades simples como: acariciar la mascota, dar abrazos, tener sexo, meditar, hacer yoga o ser generosos.
Posiblemente los asesores encuentren en este camino, una ruta cierta para sus hoy candidatos y, si ninguna de estas se ajusta a sus maneras, deberemos entonces hacerlo nosotros, por lo menos y esperemos que en cualquiera de los casos así sea, solo por los próximos cuatro años. A eso hemos llegado.