Narices chatas
Es mi disciplina favorita, la que más me gusta y he disfrutado a excepción de algunos casos sobre el cuadrilátero que son excesivos.
Hablo del boxeo y siento una emoción especial que solo me trae excelentes recuerdos, muchos protagonizados por seres titánicos, humildes, hombres fuertes de cuerpo y llenos de sueños por alcanzar la cima. Es mi disciplina favorita, la que más me gusta y he disfrutado a excepción de algunos casos sobre el cuadrilátero que son excesivos pasando la raya de la violencia, otra cosa es exigencia y coraje.
Destaco en uno de sus apartes sobre los atributos del pugilista al experto Iván Cabrera, en su escrito titulado El perfil de un boxeador en 10 Puntos: “El boxeador tiene un instinto de supervivencia a prueba de todo. Tiene resorte en las piernas, aunque esté en la lona se levanta como si no pasara nada; aunque esté siendo apabullado siempre va hacia adelante; aunque esté catatónico quiere seguir peleando. El púgil puede ser marrullero, pero jamás buscará engañar para sacar ventaja, como lo hacen en el fútbol, por ejemplo”. Y no tengo nada contra el fútbol, que también nos ha traído lágrimas de emoción y ha unido el país con sus hazañas.
Sería interminable la lista de boxeadores nacionales que han brillado en el cuadrilátero mundial, su capacidad de lucha y sacrificio, vitalidad física y espiritual. La mayoría han entendido que es necesaria entrega y disciplina llena de concentración que la merece este deporte y esencial para llevar a cabo su dominio. Hoy en día, no he encontrado la razón por la cual en la costa de nuestra Colombia gusta tanto el boxeo, que el costeño lo reciba con una sinergia especial. Debo decir que así como amo el boxeo tradicional, no apruebo el que se hace entre mujeres porque no es consecuente con su sensibilidad, que en nada se parece a la del hombre. El exceso del boxeo que lo asimilen los pugilistas hombres, pero nunca las mujeres. No quería mencionar un nombre especial, pero Rocky Valdez ha sido un ejemplo, lo vi crecer en el boxeo. Valdez, meses antes de su muerte, en el 2016, le dijo textualmente al diario El Tiempo: “Las peleas de antes eran peleas de verdá”.
Tuve el privilegio de conocer de cerca a Muhammad Ali, fuera de serie por su capacidad atlética, autentico, directo y polémico, rescato uno de sus pronunciamientos públicos: “Imposible es solo una gran palabra lanzada por hombres pequeños que les resulta más fácil vivir en el mundo que se les ha dado, que explorar el poder que tienen para cambiarlo. Imposible no es un hecho, es una opinión. Imposible no es una declaración, es un desafío. Imposible es potencial. Imposible es temporal. Nada es imposible”: Muhammad Ali.
No deseo hablar del boxeo protagonizado por hombres que nacieron en la miseria, alcanzaron la cima y terminaron nuevamente en la miseria. O aquellos que viven del dolor y del éxito, convirtiendo a este deporte en algo excesivo, lastimoso a instancias extremas. Pero sí el que debe ser mirado por nuestros gobiernos como una opción válida de vida y que merece el apoyo y mayor reconocimiento para que se le entregue garantías en formación integral, y nos dará futuros campeones.
Quiero aportar un granito de arena y dignificar esta disciplina de hombres que llevada con perseverancia estará siempre lejos del fastidio, ganándose el honor y el respeto del público.
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