La Ingeniería Sanitaria, derivación, relativamente nueva en nuestro país, de la clásica, se ocupa de los aspectos físicos, químicos y biológicos a través de las materias de estudio. Está encaminada, entre otros importantes objetivos, al tratamiento de las aguas residuales, al reciclaje de basuras, al control de la contaminación ambiental, todo aquello que propende por la sostenibilidad integral del medio ambiente.

La Ingeniería Sanitaria no se ha pronunciado con la fuerza necesaria en contra de la industrialización de productos que destruyen el ozono de la atmósfera. La vida en la tierra depende del ozono y no nos explicamos cómo es que los gobiernos de todos los países del mundo siguen permitiendo la fabricación y venta de toda esa gama de productos que lenta e inevitablemente consumen el precioso elemento que nos evitará el cáncer de la piel y las letales radiaciones solares del futuro.

Paradójicamente, ya está en camino un mayor grado de entendimiento entre blancos y negros, entre rojos y amarillos. La ingeniería Sanitaria es mucho lo que ha logrado hasta ahora, está al servicio de la ecología, no obstante las limitaciones presupuestales, la falta de decisión política y liderazgo para priorizar capital de inversión, la falta de exploración a nuevos estímulos académicos para generaciones de futuros profesionales en esta área, cuya esencia es contribuir a buscar mejores caminos, educar y concientizar a las comunidades con un llamado urgente direccionados a cuidar nuestra gran casa: El planeta tierra.

Por otra parte, ¿cuál es uno de los obstáculos para que la inversión en Colombia en cuidado ambiental no se esté todavía priorizando? La espiral ascendente del dólar no es un fenómeno de la divisa norteamericana, sino un fenómeno concomitante de la espiral “descendente” de nuestro peso, cuya precaria existencia se la debe a nuestro inseparable índice inflacionario, endémico padecimiento, en cuyo contexto figuran como protagonistas factores tales como la fuga de capitales, el aumento del gasto público, los intereses que pagamos por la deuda externa, el alto costo de los impuestos que lesionan la producción industrial y modifican la estabilidad de los precios y la inadecuada utilización de las licencias de importación.

La ventanilla del Banco de la República es cierto que pudo frenar momentáneamente la ascensión de la moneda extranjera, pero no será por mucho tiempo. La inflación no es un hacha que del billete vende, sino de nuestros anémicos departamentos como " Santanderes, Nariño, y ciudades y municipios como Mutis, Núñez, etc”.

Y ampliando mi reflexión a una cobertura universal, parece una opinión infantil, pero se hace necesario un vuelco total en las relaciones económicas, culturales y diplomáticas para todos los pueblos de la tierra, sin limitaciones, sin bloqueos, sin restricciones arancelarias y amplitud en la promoción de los productos extranjeros, siempre y cuando sean coherentes y amigables con la conservación del planeta y con el fin de estimular medidas definitivas en pro del medio ambiente.